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sábado, 17 de septiembre de 2011

24 de julio. Batalla de Zarumilla. Voz y poder que viene del pueblo.


LA BATALLA
DE
ZARUMILLA

PLAN LECTOR
PLIEGOS
DE LECTURA

VOZ Y PODER
QUE VIENE
DEL PUEBLO
LA PROEZA DE CARLOS
MIÑANO MENDOCILLA

Danilo Sánchez Lihón

«Mi vida es una flecha
que ha de llegar a su destino».
J. C. Mariátegui

1. Mirándole
a los ojos




– Carlos, anda hijo, espanta esas gallinas.

– ¿Cuáles, mamá?

– ¡Esas que están picando el mote de trigo!

Corre donde le dice su madre, pero encuentra, ¡oh sorpresa!, que sobre el tendal hay una inmensa culebra que se desenrosca.

El reptil lo mira y se va desenroscando amenazante, su cuerpo lustroso lleno de fintas verdes y amarillas tornasoladas, se endereza.

Ve que es de las más grandes y venenosas que hay en el lugar.

Despacio y lentamente sin quitarle los ojos estira la mano y coge una rueca que hay cerca.

Y espera en silencio.

La culebra está frente a él, se ha erigido lo más que ha podido.

Lentamente va levantando el palo y lo sostiene a una altura en que sus nervios puedan reaccionar, si es que el animal salta o se abalanza.

2. Regresa
tranquilo

Espera que la culebra se ponga en una posición de costado, de tal modo que si no acierta a darle en la cabeza por lo menos le romperá la columna, evitando que lo ataque.

Espera, sin pestañearle los ojos, con todos los nervios tensos.

No se mueve un milímetro, con el palo levantado. Tiene apenas cinco años.

La culebra se anonada y ligeramente voltea la cabeza instante preciso en que él hace girar sus manos y le asesta un golpe certero.

La culebra se revuelca chicoteándole con la cola hasta hacerlo caer al suelo.

Se pone de pie, al punto.

Y termina matándola a palazo limpio. Y ahí la deja tirada al lado del tendal.

Y regresa tranquilo.

Pero su madre lo recrimina:

– Carlos, cuando se hace el mandado se regresa pronto. ¡Tú te has tardado!

– Ya, mamá.

– Cuando es momento de juego, hijo, se juega. Cuando se está ayudando en la casa, no hay que distraerse.

– Ya mamá.

3. ¡A
ver!

– Entonces, ¿Por qué te has demorado tanto?

– Había una culebra que estaba sobre el mote de trigo.

– ¿Qué? ¿Culebra, dices? –Se asusta la madre.

– Sí. Estaba sobre el mote.

– Y, ¿se ha corrido?

– No.

– Entonces, ¿dónde está ahora?
– Ahí. La he dejado tirada.

– ¡Dónde!

– Al lado del tendal.

Mirándole espantada la madre corre a ver.

– Y, ¿cómo ha sido?

– La he matado con la rueca. –Dice él, juntando y acomodando la leña dentro de la cocina.

– ¡A ver! ¡Vamos a ver!

La mamá lo coge de la mano y sale con él a comprobar, incrédula, lo que su hijo le dice.

4. Rapaz, voraz
y maligna

Y ahí encuentra al bicho, todavía moviéndose y sangrando.

– ¡Dios Santo! ¡Y es la más venenosa! ¿Y, cómo has hecho esto, hijito? ¿Tú solito la has matado? ¿Y sin gritar? ¿Sin avisar a nadie? ¿Sin llamar siquiera?

– Sí, mamá.

– ¡Ay! ¿Pero, qué clase de cholito eres? –Le dice abrazándole–. ¿Qué irás a ser con esta valentía? ¡Hijo, hijo de mis entrañas! De seguro vas a ser ¡General del Ejército del Perú! ¡Eso serás!

Eso le auguró su madre y eso fue lo que se cumplió.

Eso precisamente llegó a ser Carlos Miñano Mendocilla.

Y lo mismo hizo en la defensa territorial del Perú: destrozó sobre el mote de trigo, pero esta vez de la geografía del Perú y sin aspavientos, a varias culebras pululantes y venenosas.

Sobre todo, la más importante y venenosa: la oligarquía de nuestro país enquistada en el ejército.

Culebra que siempre revive, se enquista en el poder y nos gobierna, de turno en turno, rapaz, voraz y maligna en todo.

5. La victoria
más resonante

Porque él es el vencedor total de la Batalla de Zarumilla, en el conflicto con el Ecuador el año 1941.

Y que ha puesto en jaque a monstruos del poder apátrida. Sin embargo, es bajito, mide apenas 150 de estatura, trigueño y regordete.

Sin embargo, ha llegado a ser el soldado más destacado y querido de nuestra infantería de guerra del Siglo XX en el Perú.

Se enrola como movilizable, en la leva del mes de diciembre del año 1918, presentándose como voluntario en el reclutamiento de este año.

Y, de soldado raso, llega a ser Espada de Honor de la severa Escuela Militar de Chorrillos.

Y es quien comanda, siendo teniente coronel, el Batallón Nº 5 Zarumilla, el 24 de julio del año 1941.

Obtiene con esa batalla la victoria más resonante del siglo XX para el arma de la infantería y para el conjunto del Ejército Peruano.

¿Cómo ocurre esto? He aquí los hechos:

6. La Guerra
del Petróleo

Este año de 1940, Ecuador ocupa zonas históricamente peruanas en la frontera norte del país.

El presidente Manuel Prado, sin saber al principio de qué se trata, ordena a las Fuerzas Armadas del Perú desalojar esa presencia, para lo cual se forma el Agrupamiento del Norte, al mando del General Eloy Ureta.

En ese contexto se produce la Batalla de Zarumilla que comprende los hechos de armas ocurridos en la zona fronteriza entre los días 23 y 31 de julio del año 1941, que culmina con la ocupación peruana de las provincias de El Oro.

Uno de los actos más destacados de esta gesta es el sacrificio del Teniente Coronel FAP Abelardo Quiñones en el combate de Quebrada Seca, que ocurre el 23 de julio de este mismo año.

A esta contienda se la denomina la Guerra del Petróleo, detrás de la cual están actuando intereses ingleses y norteamericanos.

Ellos quieren el dominio de este territorio fronterizo por el país que le ofrezcan las mayores ventajas de explotación de aquella riqueza.

7. Las agujas
del reloj

La posición del Batallón Nº 5 del Perú es inmejorable el día 24 de julio y lo único que falta es la orden de ataque.

Se ha puesto como límite las dos de la tarde de ese mismo día. Si hasta esa hora no llega el mandato se desistirá de avanzar.

Pero, ¿por qué sería si es un triunfo seguro?, cavila Carlos Miñano Mendocilla.

¿Qué ocurre mientras tanto en la mesa de negociaciones? Algo raro. Nadie lo sabe a ciencia cierta. Pero se lo puede deducir.

Las compañías petroleras y sus gobiernos llegan a acuerdos más ventajosos con el Ecuador.

Los gobiernos de esos países, Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, ordenan al gobierno del Perú ceder esos territorios.

Indudablemente a cambio y de por medio hay prebendas a los títeres de la política y de la milicia.

Eso se colige.

Carlos Miñano Mendocilla, Jefe del Batallón, en la trinchera mira cómo avanzan las agujas de su reloj, ya cerca de las dos de la tarde.

8. Tú,
¿qué harías?

Tiene el teléfono de campaña la radio a su costado y no se produce ningún timbre de llamada, ni tampoco ningún campanazo en la radio.

A las dos de la tarde tiene que llegar la orden. Y esa orden no llega.

– ¡Por lo menos deben decirme que no!, para que yo grabe esa orden. Hasta en eso se cuida la oligarquía cobarde. –Habla consigo mismo.

Sus ayudantes de campo miran su rostro y en él no se mueve un solo músculo.

La aguja del minutero sobrepasa tres minutos las dos de la tarde. Han pasado tres minutos, y no se produce ninguna orden en la radio.

Para él se corrobora las sospechas que tiene de que algo muy raro se negocia en el nivel político: Nada menos que ceder nuestro territorio, porque así lo dispone una potencia extranjera.

Pero él tiene un lema que es: «Decide con la voz del pueblo que viene de abajo. Con aquella que viene de la tierra. Y con la voz de tu conciencia».

– ¡Porfirio! –clama, llamando a su ayudante. Él es un cholo de Santiago de Chuco, proveniente de Huayatán, íntegro y valiente, que le cuida las espaldas–. ¡No llega la orden! Tú, ¿qué harías como soldado?

9. Si es
lo que sospecho

– Atacar, mi teniente coronel. –Es la respuesta contundente. Y eso no le sorprende al comandante.

– ¿Aún a costa de que te corten la cabeza? Porque lo único que me queda es el fusilamiento por desacato.

– ¡Aún así, mi teniente coronel! ¡Y yo pondré mi cabeza, al lado de la suya!

¡Ése es el pueblo!, piensa. Corrobora lo que él siente. Y eso le basta a Carlos Miñano Mendocilla quien en ese instante asume toda la responsabilidad de tomar por sí mismo la iniciativa del ataque.

– Bueno. –Dice–. Tampoco me voy a quedar esperando. ¡Atacamos!

Ha reunido inmediatamente a todos sus jefes. Pero tiene una intuición, la misma que la tuvo cuando despedazó a la culebra en el tendal del mote de trigo con una rueca, aún siendo un niño de apenas cinco años. Quiere dejarla primero mover la cabeza:

– Si es lo que sospecho también deben haber revelado por donde atacaremos.

Por eso, ¡vamos a cambiar totalmente de táctica!, piensa.

10. No ha sido
fusilado

– ¡Bien! ¡Vamos a atacar!

– ¡Coroneles! ¡Al ataque!, pero en vez de hacerlo por el flanco derecho como estaba previsto lo haremos por el izquierdo.

– ¿Cómo? ¡Mi teniente coronel! Todas las columnas están dispuestas para atacar por la derecha.

– ¡Cambiamos de plan, he dicho! ¡El ataque es por la izquierda, carajo!

El resultado inmediato de estos hechos confirma lo que había sospechado.

Vence y avanza hasta la provincia de El Oro. Pero pronto es llamado a una junta de guerra, en la ciudad de Chiclayo donde está instalado el Comando Conjunto. Se le susurra al oído:

¡Ya está dictaminada allí tu pena de muerte inmediata!

Los comandos y soldados de su batallón hacen entonces una manifestación tajante de adhesión a su jefe. Y manifiestan mediante el teléfono y la radio que atacarán guarniciones cercanas de su propio ejército si algo le pasa a Miñano Mendocilla en Chiclayo. Y también si se demora en volver a su base.

No ha sido fusilado. Y ha hecho que se cambie en parte el curso de la historia. ¿Cómo?

11. Cualidades
de los grandes

No pudo evitar que se cedieran territorios, porque pese a que el Perú ha ganado la guerra se han perdido territorios ricos en Petróleo por la presión de las potencias extranjeras.

Pero Carlos Miñano Mendocilla sí le ha dotado de una nueva moral al Ejército del Perú. De allí que las diversas armas le tienen ley.

Cada día de su cumpleaños los batallones de Infantería se apostan en las calles adyacentes a su casa a manifestar su saludo, su respaldo y su adhesión.

Y mientras él vive, el ejército de base le rinde total y plena pleitesía. En la Av. Javier Prado donde queda su casa, el día de su cumpleaños el arma de infantería del Perú se enfila en las veinte anchas cuadras para que él salga al balcón, salude y ejerza el mando.

Mueve el brazo y el ejército del Perú toma posición de firmes. Se lleva enérgicamente la mano al casco o al quepí, y presentan armas. Él vuelve a mover el brazo y bajan los fusiles.

Siempre anda a pecho descubierto. Es valeroso.

Con esas actitudes ha logrado una moral muy alta en el ejército.

12. Ayudado
de un bastón

Tiene las cualidades de los grandes. Cuando ejerce su don de mando lo ejerce con total y plena autoridad.

Sin embargo, su nombre ha sido borrado de la historia oficial del Perú. Y ha sido así por esa raigambre popular, telúrica y consecuente con lo andino y el Perú de base, como él la tuvo.

No aparece ni se hace la más mínima alusión ni referencia sobre su persona.

Ha desaparecido por completo de los manuales.

No figura una sola línea acerca de él en la monumental Enciclopedia Ilustrada del Perú de Alberto Tauro del Pino, publicada por la Editorial Peisa y el Diario El Comercio.

Empero, es significativo el monumento que el personal de base de la Guarnición Militar de Tumbes inauguró el 24 de julio del año 1987, en su homenaje, y a cuyo develamiento él mismo ha asistido caminando ayudado de un bastón.

13. Fanático
del estudio

Se lee en la placa recordatoria:

«Los oficiales, técnicos, suboficiales
y elementos civiles del Glorioso
BIM Zarumilla Nº 5, al vencedor
de la Batalla de Zarumilla 1941,
Teniente Coronel
CARLOS MIÑANO MENDOCILLA.
24 de julio de 1987».

Sin embargo, quiero contar aquí que sus dotes de gran militar se apoyan en lo que es característica e identidad de los chucos, de donde él procede.

¿Y cuál es esa característica? El cultivo de la mente, el dominio de los conocimientos y el estudio asiduo y constante.

Toda aquella visión, principios y actitud son debidas a ser un gran lector, porque las grandes decisiones no son improvisaciones sino elaboraciones complejas y sutiles de la mente.

Es así como su ascenso y proeza lo debe a la aplicación y al desvelo por conocer y aprender. Y al respecto quiero contar lo siguiente:

Su sobrino Francisco Salvatierra Miñano, hijo de su hermana, cuenta que es fanático del estudio.

14. ¿Has
entendido?

Así, cuando él ha venido a Lima ha ido a visitarlo.

Y él le dice:

– Bueno, sobrino, ya que conoces la casa, cada mes me vas a traer tu libreta de notas. ¿Ah? Ya tú sabes: ni quinces ni dieciséis ni diecisiete ni dieciocho. Los Miñano son de diecinueve para arriba, casi siempre de veintes. Cuidadito de venir con menos. Porque entonces te agarro a patadas y te boto por esta escalera. ¿Has entendido, sobrino?

– Sí, tío.

– Y vas a venir. Sino, yo te voy a ir a buscar. Porque ¿sabes qué, hijo? ¡El estudio es lo más importante en la vida! Y el estudio para solucionar los problemas de nuestro pueblo. ¿Has entendido?

– Sí, tío.

– Y para que veas que no pido lo que yo no he cumplido, te voy a traer mis libretas de notas para que las veas. Espérame un momentito?

15. De soldado raso
a Espada de Honor

– Te voy a dar cien soles por cada nota menor de 19 que tú encuentres en ellas, sea del año que sea, desde la primaria hasta la superior, incluso de la Ecole Spéciale Militaire de Saint-Cyr, en Francia, en donde los cursos lo dictaban en otros idiomas que era difícil entender.

Yo digo entonces –cuenta Salvatierra– me esmero por encontrar siquiera un 18 en estas libretas. Voy a sentarme a revisarlas con cuidado. Siquiera un 18 debe haber.

Porque cien soles es buena plata, puedo comprarme con ello una plancha, que necesito para desajar mi ropa. ¡Algún 17 también puede haber! ¡Siquiera uno!

Y empiezo a revisarlas desde un canto esas libretas, de izquierda a derecha, de arriba para abajo. Y hasta las sacudo para que caiga un 17, que pienso que puede haber escondido en algún pliegue. Boca abajo las pongo. Las volteo. Nada, todos son puros veintes.

Es así cómo se ha formado para pasar de soldado raso a Espada de Honor en Chorrillos. Quien ha nacido el 22 de noviembre del año 1901, en un lugar campesino muy humilde, como es la pampa de Muycán, a unos seis kilómetros del pueblo de Santiago de Chuco.

16. Solo pudo separarlos
la muerte

Estudia la Educación Primaria en su pueblo natal y la Educación Secundaria en el Colegio San Nicolás de Huamachuco, el año 1915. Y en el Instituto Moderno de Trujillo, en los años 1916, 17 y 18.

Un año sirve de soldado raso en el ejército. Y de la Escuela de Clases es promovido a la Escuela Militar de Chorrillos, donde estudia durante 1922 a 1924, donde es Espada de Honor, graduándose como Subteniente.

Por ser el primero de su promoción le corresponde estudiar en la Ecole Spéciale Militaire de Saint-Cyr, de Francia, en donde se gradúa como Sub Teniente de Infantería, en 1926, se diploma en el Centro de Infantería de Versalles y luego sirve en el 152 Regimiento de Infantería de Colmar, Alto Rhin.

En febrero del año 1943 el Congreso de la República lo asciende a Coronel por Acción Distinguida en Hechos de Armas. En 1945 siguió estudios. En 1945 siguió estudios en la Escuela de Comando y Estado Mayor en Fort Benning en Georgia, en los EEUU.

En Francia desposa a una hermosa mujer, Jeannette Reobsone Koebele, de nacionalidad francesa, rubia y esbelta, con quien se une y solo pudo separarlos la muerte.

17. Alegre
y vivaz

Son compadres con Manuel A. Odría, quien también tuvo actuación destacada en la Batalla de Zarumilla, es ascendido pronto a coronel, Jefe del Estado Mayor del Ejército y luego asume el más alto cargo de la presidencia de la República del Perú, en el año 1948.

Durante el gobierno de Manuel A. Odría, Carlos Miñano Mendocilla es llamado para ejercer el cargo de Ministro de Agricultura, en 1948; el de Ministro de Guerra, en 1951 y es ascendido a General de División.

Ya en el régimen constitucional de Manuel Prado es Senador por Tumbes, entre 1956 y 1962, habiendo sido antes director de la Escuela Militar de Chorrillos.

Asimismo, se desempeña como Presidente Vitalicio de la Sociedad Héroes de la Independencia y Defensores de la Patria.

Cuenta Francisco Salvatierra que cuando le traía su libreta de notas y veía que no había menores de dieciocho, se ponía alegre y vivaz. Y le decía:

– Hoy día sobrino, como te has portado bien, vamos a cocinar, ¿qué te parece? Yo hago lo más sabroso y difícil, ¡el cashallurto! ¿Te gusta? ¿Ah? ¡Ya ves que sé lo que te gusta! Tú vas a tostar la cancha.

18. A costa
de su propia vida

Lo curioso es que ahí mismo saca su callana que es muy raro que en Lima alguien la tenga. Y allí tuesta la cancha, mientras sigue hablando:

– ¿Qué te parece? ¿Ah? Y encima voy a sancochar habas y freír ñuñas. ¿Crees que no tengo ñuñas? ¡Me envían habas y ñuñas de Muycán! ¡De nuestra tierra! ¿Sabes quién? ¿Quién crees?

¡Tu mamá! ella misma me envía por la agencia. Es decir, nunca dejó de ser campechano.

Eso es Carlos Miñano Mendocilla, un hombre sencillo y, como tal, auténtico.

¿Por qué nos olvidamos de ellos y encumbramos a tantos fantoches de feria?

Cuando yo era niño y estudiaba en mi escuela, y vivía en mi pueblo, la aureola de este héroe era grandiosa.

Ahora ha desaparecido. Lo rememoro aquí no para ensalzar de él sus proezas militares, que debemos darlas por superadas entre pueblos civilizados y hermanos.

Lo evoco aquí, emocionado, por su raigambre de hombre de pueblo, honesto e incólume.

19. Una razón
y a una fe

Lo evoco aquí por ser aquel que sabe oír la voz popular, atenderla y sublevarse no importa que ello pueda costarle su propia vida.

¡Porque ése es su significado trascendente!

Su ejemplo es rebelarse, cuando sospechó que las órdenes no eran ni patrióticas ni correctas.

¡Cuando notó que las orientaciones no eran honestas!

¡Por eso debe de estar presente como una referencia inolvidable en nuestras vidas!

Su ejemplo y paradigma es la decisión trascendental de: ¿A quienes obedecer?

Dicho de otro modo: ¿Cómo nos orientamos en la realidad actual?

¿Qué intereses hemos de defender? ¿Hemos de escuchar y acatar la voz de los jerarcas o la emoción auténtica de la comunidad a la cual servimos?

Su trayectoria es la de un hombre que se debe a una razón y a una fe. ¿Cuál es ella? La razón y la fe en su pueblo.

20. Erigirlo
como ejemplo

El suyo es el ejército real del Perú telúrico, mítico, ancestral.

Su país es aquel que hay que lograr que sobresalga.

Y esto a fin de vencer todas las batallas y las guerras que la historia nos presente como desafío en el destino del Perú.

No el ejército de las prebendas, medallas, besamanos y mezquindades.

Él pertenece al ejército de Grau, de Bolognesi, de Cáceres, de Alfonso Ugarte, de Ramón Zavala, de Leoncio Prado.

Él pertenece al ejército de los montoneros de la Campaña de la Breña.

Rescatamos en su gesta el sentimiento que viene de abajo, de las profundidades de la tierra, del genio de la raza.

Rescatemos de él su raigambre Chuco, hecha de cultivo de la mente, de la sensibilidad, del esfuerzo, de la constancia y del coraje.

Ojalá que estas líneas sirvan como rendido tributo y que valieran en algo para reivindicarlo. Y de erigirlo como ejemplo.


Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos: 420-3343 y 420-3860






10 de julio. Huamachuco es valor para siempre


Huamachuco








HUAMACHUCO,
HECATOMBRE DE DOLOR
Y APOTEOSIS DE GLORIA

Danilo Sánchez Lihón

1. Amor
sublime


El 10 de julio es otro día de la heroicidad, al cumplirse el aniversario de la Batalla de Huamachuco, librada entre los montoneros de Andrés Avelino Cáceres y el ejército chileno en el año 1883.

Constituye una página de heroísmo sublime de hombres humildes y de quienes como Leoncio Prado –hijo del Presidente de la República– era indoblegable en la defensa de la dignidad humana y frente a la invasión.

Sacrificio rayano en el holocausto, enarbolando el estandarte del honor y la fe en nuestro destino.

El ejército de Cáceres era en su gran mayoría de indígenas, quechua hablantes, prójimos sencillos, campesinos y no soldados.

No eran militares sino labriegos, artesanos, hombres de trabajo que sufriendo las más duras penalidades marcharon únicamente por el amor sublime a su tierra, a su pertenencia y a sus hogares.

Es la reserva moral sufrida y legítima que constituye la vena más prístina y fiel de la patria, porque deviene del ancestro incaico.

2. El ancestro
incaico

Y digo mayormente porque en esa epopeya también lucharon peruanos de otras condiciones sociales, profesionales, de oficios diversos, desempeños, grados o edades que hacen un arco iris, imagen precisa por su naturalidad, belleza y sentido de vida fecunda.

Había niños como Francisco Gamero cuyo cadáver quedó regado en el campo de batalla en Huamachuco.

Había hombres viejos como Manuel Tafur de 67 años que sucumbió perforado de balas en el fragor del enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Antes, Manuel Tafur vio caer a su hijo de 34 años, gritando a pulmón lleno "¡Viva el Perú!".

¡Cómo no recoger de esos terrones sacrosantos valor para ser en el mundo personas que portan, cada uno de nosotros, una bandera imperecedera de dignidad en el alma!

Juan Gasco frisaba 69 años y la noche anterior escribió: "Estoy resuelto a morir en defensa de mi patria". Y murió, pleno de convicción y de esa fe que el cierzo ni la nevasca podrán borrar jamás.

Casi todos los jefes y oficiales sucumbieron en el campo de batalla. Y fueron los primeros en caer.

3. ¡Hombre
de Huamachuco!

Esto, ¿qué prueba? Nos demuestra un hecho muy sencillo: que ya no se peleaba con la cabeza, ni con cálculo, ni con inteligencia sino con el corazón, con el sentimiento y la pasión.

Ya no se peleaba con la mente puesta, o con la razón que guía e ilumina, sino con la sangre borbotando su nívea espuma en la boca y en el firmamento.

Por eso Vallejo escribió acerca del voluntario y miliciano:

"Cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía mundial..."

Porque todos eran voluntarios y milicianos. No eran soldados a sueldo, sabuesos hechos con reflejos condicionados para matar.

Aquello diría César Vallejo, hombre también de Huamachuco. Y no me equivoco y lo recalco. Porque yo, que soy de Santiago de Chuco, habiendo nacido en la misma calle en que nació el poeta de “España, aparta de mí este cáliz”, amándolo entrañablemente, digo en este caso y en su honor: ¡Hombre de Huamachuco!

Porque solo se puede dar ese título a todo varón íntegro, como lo fue Vallejo. Porque a todo ser auténtico y valeroso debiéramos llamarlo entre nosotros así:

“¡Hombre de Angamos!” “¡Hombre de Arica!” “¡Hombre de Tarapacá!” “¡Hombre de Huamachuco!” Y de tantos lugares que han quedado ya en nuestras vidas como espadas fulgurantes.

4. Nunca la ira
fue más santa

César Vallejo en el Himno a los Voluntarios de la República se refería a los mismos voluntarios y a la misma causa.

Más aún: Vallejo pudo escribir los versos que escribió en España, aparta de mí este cáliz por nacer y crecer en la tierra donde nació y creció: los chucos. Y por el ancestro de estas batallas que allí ocurrieran.

Porque entonces sabía cómo se guerreaba con la entraña, como sabe hacerlo un país de fibra legendaria.

Como cabe esperarlo de esos hombres retados con abismos y montañas abruptas.

Porque nunca la ira fue más santa, más pura la sangre derramada. ¡Y nunca vistió de más aurora la muerte!

Y eso ocurrió en Angamos, aconteció en Arica, devino en Tarapacá, volvió a suceder en Huamachuco, y tantos otros lugares a partir de entonces santos.

Pináculos así sean llanuras, cúspides así sean hondonadas, y altares tremolantes así tengan abrojos, en relación al fervor que debemos tener por el legado del cual desde entonces y desde mucho antes somos herederos.

5. Aquello
que nos realza

En la misma línea de fuego se habían juntado todas las sangres del Perú.

En la misma trinchera aguardaban vigilantes todas las tonalidades de mejillas y pómulos morados. Luchaba el Perú de todas las progenies y ascendencias. Nunca estuvimos más juntos.

En el mismo grito estaban todas las voces, en el rojo y el blanco todos los matices. En el iris de aquellos ojos el prisma de todas las miradas fusionadas en un solo anhelo. En las formas diversas del pabellón de las orejas todos los arrullos.

En todas las arremetidas y caídas el mismo tejido tembloroso de nuestro ser.

Nunca nos unimos tanto como para morir con gloria.

Ver caer a los jefes y oficiales desconcertó a los soldados, pero tenían que morir, porque era ineludible.

Porque en esa dimensión ya no importan resultados sino cómo se asumen los hechos de la vida y de la historia.

Importa en qué pliegue de la hombría te eriges, para defender lo que es tuyo y del común que somos.

6. En la fibra
de cada uno

Se trata de procesar que hay pérdidas que honran o enaltecen por lo que se defiende, por cómo se dieron los hechos y quienes lucharon.

Así como hay victorias que enlodan, denigran y envilecen.

Cáceres en pleno fragor fue herido.

Leoncio Prado sobrevivió unos días con una bala en el pecho y la pierna hecha astillas.

Aún así fue fusilado. Otros 200 fueron asesinados con sable al ser alcanzados por la caballería.

O fueron desgarrados por el pecho o por la espalda con el "corvo", o puñal curvo. Pero sabían que iban a morir así, para que a nosotros nos constara y nos sobrara orgullo.

O fueron fusilados de rodillas y por detrás, sin derecho a tener tumba ni poder ser sepultados, como afrenta por no ser militares.

Esto, por el alto honor de ser montoneros, es decir hombres que suspendieron sus faenas para defender su tierra.

7. Heladas
desde hace siglos

De 1440 que ingresaron a batalla en Huamachuco murieron más de mil. Fue un holocausto.

En la fibra de cada uno de esos hombres estábamos cada uno de nosotros. Estabas tú, herido. Me encontraba yo, no sé cómo, empuñando quizá en la mano este lapicero con el cual te escribo. ¡Hermano del alma!, borbotándonos de coraje y altivez, como hoy, estas lágrimas.

Para librar esta batalla este ejército mítico de peruanos comandados por Andrés Avelino Cáceres cruzó sin abrigo y sin calzado los nevados de la Cordillera Blanca.

Lo hizo subiendo y bordeando la laguna de Llanganuco, por un camino de piedras heladas y cortantes.

He realizado el mismo camino y he sentido cómo duelen esas piedras, cortantes no solo por el filo que tienen y por ser puntiagudas en relación al cielo, sino por estar heladas desde hace siglos.

Y que se volvieron ardientes por el temblor de los héroes, sin zapatos ni ojotas, que pasaron sobre ellas.

8. Empezamos
a ganar

Murieron por centenas porque si no tenían hojotas ni atuendos menos iban a tener medicinas.

Ese ejército escalaba peñas y abría caminos sobre los abismos.

Luego avanzó por el Callejón de Conchucos.

Pocos tenían fusiles, las balas les eran escasas, nadie contaba con bayoneta. Sobraban en los almacenes del enemigo, pero eran armas cobardes, porque asesinaban heridos. Y ¡esas no las necesitábamos!

El enemigo con el cual se enfrentaban tenía abundantes fusiles y carabinas con pertrechos más que suficientes y sofisticados.

Una poderosa caballería y 9 cañones Krupp de montaña.

Era más que suficiente para dormir tranquilos. Pero no dormían.

La noche anterior a la batalla definitiva los desalojamos de la ciudad donde estaban acantonados.

Aquellos que tomaron la iniciativa de lanzarse el ataque, en el amanecer del día 10 de julio, fuimos nosotros; quienes después de cinco horas empezamos a ganar la batalla.

9. ¡Qué inmenso
honor

Este triunfo ya era tan claro que las campanas de la iglesia de Huamachuco tocaron a rebato, repicando victoria, luchando con pundonor, honra y coraje.

En los partes de guerra de Alejandro Gorostiaga en varios momentos informa que Cáceres fue vehemente en sus decisiones.

Que este coronel arisco e impulsivo ya veía consumado el éxito a favor de su ejército de descalzos y desarrapados.

Ejército de runas, de hambrientos y sin dormir hacía días.

¡Qué honor para el brujo de los andes!

¡Qué inmenso honor se brinda de ese modo a tropas que no habían comido, que estaban famélicas, en donde ni el Comandante General tenía un pan qué probar!

Tan es así que De los Heros en su informe refiere:

"El General –así lo nombra a Cáceres, quien era coronel, otorgándole el título con la admiración más profunda– desde el 6 no ha tomado casi alimento alguno, sosteniéndose únicamente con agua de coca endulzada con chancaca..."

De mi pueblo, Santiago de Chuco, marcharon a luchar 200 hombres que formaron voluntariamente el Batallón Libres de Santiago de Chuco.

10. Valor
para siempre

Aquel contingente no tenía armas. Cogieron sus picos y palas y enfilaron, uniéndose a los montoneros de Cáceres, quien en su Memoria registra el hecho de este modo:

"En medio de la penuria general contribuía el pueblo de Santiago de Chuco con la sangre de sus hijos y con sus recursos a la defensa de la patria, desafiando la ira del enemigo que le castigó después..."

Por eso, me conmueve cada calle y cada esquina de mi pueblo, porque no se me olvida cada ruego, cada renuncia, cada beso eterno de despedida que se diera. Y hasta escucho desvelado las serenatas que se cantaron antes del viaje.

Paloma blanca,
blanca paloma
vuelve a tu nido,
ni te remontes
por esos montes
donde yo lloro.

Me conmueve el adiós a la mujer amada, el último abrazo con los padres y con los hijos.

¡Cuán sentido sería ese canto! ¡He imaginado esas notas, porque marchaban a morir, por ti y por mí y por todos nosotros! ¿Cómo olvidarlos?

No podemos olvidar a aquellos que ofrecieron generosamente su corazón, para tener lo que más nos engrandece: valor para siempre!

11. Que eso
no se olvide jamás

¡Tuvimos grandeza moral frente a todo aquel peligro, desafío o adversidad!

Perdimos una batalla y hasta la guerra en la cual nos defendimos ya que fue, de parte del enemigo, una guerra de agresión.

Pero ganamos heroicidad y eso es inconmensurable.

En toda aquella aciaga contienda la bandera peruana jamás fue arriada por rendición en ningún combate ni batalla.

¡Esa es nuestra herencia!

Nadie se rindió en ninguna llanura, quebrada o colina. En ningún pliegue de la tierra que ha quedado sellada con esa gloria para que tú la ames más todavía.

El portaestandarte de la Batalla de Huamachuco, quien era Germán Alba, juró morir antes que dejar que la bandera fuera arriada. ¡Y cumplió con su deber, haciendo que flameara invicta hasta después que fuera ferozmente acribillado, en lo alto del cerro Sazón!

Aquel contingente de humanidad indignada sabía que ese día dejaban desamparados y huérfanos a sus hijos. Y sus hogares destrozados. Pero sabían que peor era dejarlos huérfanos de honor y dignidad.

¡Que eso no se olvide jamás, de lo contrario sería traicionarlos! Olvidar aquello es deslealtad, no extraer lecciones de estos hechos sería desatino.

Porque, ¿qué muestra de amor más sublime que dar la vida por tus amigos? Esta verdad la dijo Jesús.

12. Y eso debe
fortalecernos

¿Y qué muestra más honda dar la vida por tu heredad, por nuestro retazo de tierra, de cielo y de agua que es el patrimonio que nos legaron nuestros padres?

Nos legaban así una patria hermosa como una espada en el aire.

Huamachuco si fue una hecatombe de dolor es a la vez una apoteosis de gloria.

Hay en la juventud actual cierto dolor y vergüenza de esta guerra perdida, porque más nos han hablado de los pillos y canallas, que siempre los hay.

Pero aquellos que no claudicaron fueron casi la totalidad. ¿Por qué ocuparnos de los insignificantes que traicionaron?

Pero hay mucho que ganamos y debemos valorar. De lo contrario el sacrificio puro de tantos hermanos sería en vano.

La gran multitud fue heroica: el hombre, la mujer, el niño, el anciano.

Y creo que pocos son los pueblos que tienen ejemplos tan hondos y magníficos de heroísmo y de valor, como los que puede el Perú ostentar en la Guerra del Pacífico.

Y eso debe fortalecernos.

Esta es una historia de fe en nuestra tierra, en los valores supremos, en nuestro destino y en la solidaridad, utopía que los incas lo hicieron posible como realización humana, organización social e himno a favor de la vida.

¡Porque de eso somos herederos!


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