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miércoles, 9 de enero de 2013

RESERVA Y SANTUARIO NACIONAL DE CALIPUY

EL MÍTICO

Y LEGENDARIO

CALIPUY


Danilo Sánchez Lihón

 

1. Eso

me salvó


– Zoooorrrr...

Sentí a mis espaldas, Y me pareció que no venía de muy lejos aquel ruido espeluznante. Y que estaba cerca.

Al instante se hizo más fuerte y estremecedor. Ya estaba muy cerca, silbante y afilado como un cuchillo.

No volteé, porque tuve la corazonada que si miraba ya no me daría tiempo para arrojarme.

Atronó más en todo mi ser ese zumbido, como si fuera el motor de un avión. O de un helicóptero que se introdujera por el desfiladero.

Y me desconcerté, por completo.

El cielo entonces se oscureció y sentí la muerte. Me lancé como pude a la cuneta del camino cayendo a una estría del terreno, como una acequia sin agua, que fue finalmente lo que me salvara.


2. Detrás

de las nubes


Allí se detiene la conversación del profesor que me cuenta de este suceso, y continúa:

– Pero el caso fue que no me quedé de espaldas, sino que hice un giro de costado y levanté las piernas para defenderme. Y pude patear.

Eso me salvó la vida. Porque eso desconcertó al inmenso cóndor que pensaba que iba a cogerme con sus garras por la espalda, que ya no pudo hacerlo, pero me desgarró las rodillas y los brazos, dejándome cortes como de chaveta con los garfios que tiene como uñas.

¿Qué edad tenía yo? Yo era ya un adulto. A los niños el cóndor aquí los coge y los lleva por los aires como a pollitos, si uno se descuida.

Ese cóndor del que le digo seguro me ha estado mirando desde detrás de las nubes y desde hacía buen rato.


3. Sin nada ya

qué hacer


Me ha visto, me ha vigilado y se ha sonreído al verme entrar por el camino desolado del estrecho cañón. Porque eso es lo que quería. Y desde aquí abajo nosotros ni lo vemos, planeando como están allá arriba.

Y es que allí, en la hondonada, ¿a dónde podía correr? ¡No hay lugar!, salvo arrojarme al barranco. Y el cóndor se habrá dicho: mejor se dejará comer. O si se arroja a la cañada de ahí voy y lo levanto. Ya no tenía escapatoria.

Y entonces se ha lanzado en picada desde la bóveda celeste para cogerme y llevarme a los roquedales donde viven sus crías y devorarme.

Me hubiera atrapado y suspendido por los aires, sin nada ya qué hacer. Porque para eso son poderosos. Alzan una vaca con todo su peso y sus mugidos.

Y si hago resistencia me suelta en el aire y allí nomás viene detrás a recogerme del suelo, pero ya muerto. Eso lo saben hacer. Ya lo hemos visto que actúan de ese modo.


4. De este

tótem


– ¡Ah! ¡Entonces son sabuesos del aire!

– ¡Aviesos son! Y si llegamos vivos ahí nomás nos matan a picotazos con toda su camada, que espera hambrienta y anhelante la comida que él les depare ese día.

Esa vez yo salvé de milagro. Y es que vivir aquí, en Calipuy, es arriesgado. Pero esas ardides del cóndor nosotros que hemos nacido y vivimos aquí ya las sabemos.

Este es un lugar arisco, ¡de temple y de jalca!, tierno y abrupto, llano e insólito. Y es tierra de cóndores, que es el ave emblemática de la cultura La Galgada.

Esta civilización floreció y se extendió por estos dominios hacia Pallasca en Ancash.

También es conocida con el nombre de etnia Los cóndores, por la presencia dominante de este tótem en los petroglifos encontrados en dichos relictos.


5. Barreras

de palos


Estamos entonces en sus territorios. Tierra árida y transida, llena de peñolerías y potreros inaccesibles.

De rocas estupefactas, sin árboles. Lugar donde también habita el huanaco y se extiende la cahua, a quien mal llamamos La puya Raimondi.

Así me habla de Calipuy el profesor de la Escuela Fiscal y natural de este mismo lugar.

Yo le relato que, para quienes nacimos y crecimos en Santiago de Chuco, del cual Calipuy es uno de sus anexos, el que nuestros labios pronunciaran este nombre en nuestra niñez y juventud, era para referirnos a los toros bravos.

Desde aquí eran llevados a la plaza de toros que se alzaba en el Estadio Municipal, con barreras de palos asignadas a cada caserío, y galerías de asientos a cargo de contratistas y comerciantes que al pie de cada escalera implementaban su boletería.


6. Demonios

encabritados


Esas fieras, que eran toreadas en los días en que había tardes taurinas en la Fiesta Patronal del Apóstol Santiago del mes de julio, eran diabólicas.

Por eso, bastaba poner en el cartel: “Con toros bravos de Calipuy”, para que la gente supiera que iban a haber heridos y hasta muertos sobre la tierra endurecida e improvisada de la Plaza de Toros.

Entonces la plaza se colmaba de bote a bote, rodeada de camiones en donde la gente se subía si eran conocidos del dueño.

A los toros los traían por el camino de herradura, entropados con una manada de vacas, en medio de las cuales estos demonios encabritados que en el ruedo eran feroces, entre las vacas eran mansos corderos.

O peor aún: eran como las mismas vacas.

Pero ya separados y sueltos en el coso era impresionante ver la estampa que tenían y la bestialidad de su arrojo.


7. Torito

de Calipuy


Eran toros indomables, que nadie podía sacarle el “shayape” que tenían en los cuernos, que era una penca breve, y que lucían como un símbolo de su vida salvaje.

Y de su libertad por los montes en donde se les había quedado prendida, por andar entre rocas y entre sus espinas.

¡Y muestra de su vivir en lo más agreste y profundo de los potreros!

Con sus cuernos levantados ponían pálida a la cuadrilla de toreros. Mucho peor si eran costeños venidos de Trujillo o de Lima.

– ¡Ya pues entra, torero! –Grita la gente–. ¿O qué eres?

Habían unos versos, incluso, que los repetíamos de niños y que decían así:

Ya viene el torito

de Calipuy.

Que si te encuentra

torero, te saca el cuy.


8. Aguda

nota de pífano


Queriendo significar con ello que, quien se pusiera delante de una de esas fieras le iba a sacar el sebito más fino y delicado que tuviera en lo más recóndito e íntimo de su cuerpo, dejándolo sin aliento, sin resuello y sin entrañas.

Revolcaban a los toreros que venían de afuera, quienes se escondían en los burladeros y sólo hacían volar la capa por encima de las tablas, para que el toro pasara ante la gritería y pifia de la gente que les tiraba de todo, sobre todo las naranjas que estaban comiendo.

Allí entraban Los Vílchez, que eran toreros aldeanos, bien fajados con sus pantalones negros de bayeta y sus camisas blancas de percalina.

Calipuy nos suena entonces a lugar indómito; a piedra rodada y a barranco. A tuna espinosa y crispada.

Es una referencia agreste, y aguda nota de pífano. Tal como son sus toros: rebeldes, huraños, intrépidos.


9. Gritarles

que se salven


Porque después de dejar malherido a cualquier torero que se atreviera a correr solo de un burladero a otro, aprovechaba el toro para arremeter contra los palos amarrados de la barrera.

Y, de un momento a otro, saltaban por encima entre los alaridos de horror y los desmayos de la gente, a quienes el toro les hacía el desprecio de pasar solo por encima de ellas.

Y cogían infalibles el camino de su querencia, bajando hacia el río Patarata para cruzar a la otra banda y coger el sendero transitado por los campesinos o cualquier prójimo que venía distraído.

Mientras, toda la gente que había estado en las barreras y hasta en los tabladillos o tribunas nos desgañitamos al borde de la pampa.

Y hasta lloramos avisando a los inocentes viandantes, que arrastran sus pies, ilusos y entretenidos por el camino de enfrente, gritándoles que se salven.


10. Reserva

y Santuario Nacional


– ¡Toro! ¡Se ha escapado el toro! ¡Salgan del camino! ¡El toro!

– ¡Salgan! ¡Salgan del camino!

– ¡Se ha escapado el toro!

Indicándoles de ese modo que se suban a una ladera o se trepen a algún árbol antes que la fiera los destripe sin respetar que fueran mujeres o niños.

Al principio no nos escuchaban de lo lejos que estaban. Seguían lentos y pacíficos, seguro cantando, silbando o tocando su rondín o andarita. Por eso, ¡qué desesperación, lágrimas y alaridos nos ha causado Calipuy y sus toros!

Pero Calipuy tiene ahora otra connotación, cual es la de Reserva y Santuario Nacional, principalmente porque en sus dominios es donde se conservan los relictos de huanacos y de cahua más grandes del mundo.



Texto que puede ser reproducido

citando autor y fuente


Teléfonos: 420-3343 y 420-3860




CESAR VALLEJO – católico



Capuli 12, Vallejo y su Tierra

 



 






 

 

 Exposición del  P. Reinaldo Nann

Cesar Vallejo – católico



Este título puede ser una pregunta ó una afirmación: ¿realmente fue católico? ¿No fue revolucionario, no cuestionaba a Dios muchas veces? Es un tema complejo, como toda la obra de Vallejo y quiero tratar de abrir algunas pistas de entendimiento.

Cesar Vallejo era revolucionario y comunista.


En España lucho al lado de los republicanos contra los fascistas. Allí entró en el partido comunista español. Hay que pensar, que en este tiempo el comunismo en Rusia tenía todavía pocos anos, no se conoció todavía los muchos presos políticos, que este régimen tendría más tarde y no se vio todavía su fracaso económico. Cesar Vallejo era joven y vio en este movimiento joven una esperanza para los pobres de éste mundo, fue comunista con una ilusión. El comunismo y el cristianismo tienen algunas cosas en común: ambos quieren una justicia social y ambos creen en la igualdad de todos los hombres. Sin embargo, también hay muchas diferencias, y son tantas, que en realidad no son compatibles. Los comunistas ortodoxos son materialistas radicales, no creen en la transcendencia, no creen en lo metafísico, no creen en Dios. Más aun, para ellos la religión es una droga para el pueblo, un consuelo barato, inventado por los capitalistas, para que la gente aguante mejor la miseria. Además no les interesa la muerte y el sufrimiento individual, si tienen que morir miles en la revolución no importa, con tal que la revolución gane. Con esta ideología sanguinaria, murieron 50.000 personas en los años 80 y 90 en el Perú – el cristianismo tiene una visión muy diferente: cada vida humana es un don de Dios, nada justifica, que matemos a ninguna persona, la vida es sagrada. Miren, que diferencia. Regresamos a Cesar Vallejo: no era un comunista ortodoxo: Leen “España aparta de mí este cáliz”. Escrito en plena guerra civil española no es una apología a la revolución: cueste lo que cueste y muera quien muera. Vallejo siempre defiende al individuo y acusa en sus versos lo absurdo de la muerte y del sufrimiento, sea de quien sea. Vallejo habla tanto de Dios y de la biblia, un comunista ortodoxo no debería hablar de tanto de estos temas. Por eso creo, que Vallejo realmente tiene su posición propia, fue comunista, pero no dogmatico, fue cristiano, pero tampoco en el sentido dogmatico. De todo hay algo en Vallejo, por eso es universal, ninguna corriente lo podría reclamar solo para sí.

Cesar Vallejo es un poeta metafísico. 
  

Aristóteles, el gran filósofo griego escribió sobre la física y la metafísica. La física era lo material, lo físico de éste mundo. La metafísica busca algo mas allá de la física, de lo material, busca el sentido de la vida y de la muerte, se pregunta cómo fue todo al inicio y como será al final y que podemos hacer, para que este mundo sea mejor. En este sentido, Cesar Vallejo es un metafísico, porque no está conforme con la realidad de éste mundo, siempre busca y pregunta por el más allá, busca un sentido en tanta muerte y miseria, cuestiona a Dios y muchas veces describe el absurdo de nuestra existencia.


Cesar Vallejo usa mucho la terminología bíblica.

 
 

Muchas veces menciona a Dios y usa citas bíblicas como “aparta de mí este cáliz”, la cruz, “el pan nuestro de cada día dánoslo Señor”… y muchas otras. Pero muchas veces no usa esas citas bíblicas en el sentido bíblico, ortodoxo, según el dogma cristiano, más bien en una forma muy libre, a veces casi blasfemando: el Dios que está enfermo, grave, el Dios bohemio, el odio de Dios son expresiones que no son conformes al sentido bíblico de estas citas.
Para mí, Cesar Vallejo es un creyente, que busca a Dios, que a veces duda de Él y a veces se siente cerca de Él. Es como el centurión en la biblia, que dice: “Señor creo, pero ayuda a mi incredulidad”. Es como Job, en el antiguo testamento, que se lamenta por tantas desgracias, que está sufriendo, y se queja ante Dios, porque lo está tratando así. Es como Jacob en el libro de Génesis, que lucha con Dios para ser bendecido al final.
En los Heraldo Negros vemos especialmente la desesperación ante tanto sufrimiento humano y el cuestionamiento a Dios, que aparentemente no hace nada:
Los “golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé” expresan el drama de la existencia humana. Y vistos desde allí, parece que Dios nos odiara, aunque la biblia afirma claramente, que Dios es amor y no puede odiar al hombre, pero el hombre puede entender en forma errónea pero real los golpes de la vida como expresión de un odio de Dios.
En “Espergésia” Dios parece enfermo, porque nos trae a este mundo malo y enfermo sin preguntarnos siquiera.
En los dados eternos, Dios es el suertero, que echa los dados, que son la vida de los hombres. Y el poeta se queja con este Dios, que “si hubiera sido hombre, hoy supiera ser Dios”. Lo acusa de no saber bien ser Dios, de “no sentir nada de su creación”, la vida parece una suerte absurda y dolorosa, de la cual Dios parece haber perdido el control. Se parece mucho al grito de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado”.
Sin embargo, también hay textos, donde se siente muy cerca de Dios como en su poema, que tiene este mismo título “Dios”: “Siento a Dios que camina, tan en mi, con la tarde y con el mar. Con él nos vamos juntos.” Aunque con la palabra “orfandad” está cuestionando esta presencia de Dios, que a veces su ausencia nos hace sentir huérfanos. “Pero yo siento a Dios” sigue Vallejo, superando de nuevo la duda. Al final del mismo poema, el Poeta consagra a su Dios por su amor, ama tanto, que “debe dolerle mucho el corazón”. El sufrimiento de Dios ante la maldad de este mundo expresa en la biblia la imagen de Cristo crucificado, que murió por nuestros pecados”.
Desde sus días en Paris hay 2 testimonios, que expresan la fe de Vallejo. Una vez, gravemente enfermo, escribe una carta a su hermano en Santiago de Chuco, para que pague por una misa al Apóstol Santiago por su salud. Esto expresa su fe arraigada y tradicional, como lo tienen los Santiaguinos en los Milagros del Apóstol.
Y también en su enfermedad terminal dicta a su esposa Georgette las siguientes palabras: “Cualquiera que sea la causa que tengo que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios”. Esta frase casi parece tomada del evangelio del 6to domingo de pascua (hoy): “Yo le pediré al Padre, que les dé otro defensor, que esté siempre con Ustedes, el Espíritu de la verdad”.
A mí me gustan las canciones de Margot Palomino por su arraigo en la sierra del Perú y su compromiso social. Peru hay una canción, que no me gusta y creo que a Cesar Vallejo tampoco lo hubiera gustado. ¿Cual será? Donde dice, que el Santiaguino religioso, mejor no vaya a la misa sino al rio Patarata, para encontrar a Dios en la naturaleza. Claro, que sí, que Dios también está en la naturaleza, porque es su creador. Pero no es un Dios naturalista, impersonal y pagano, sino es el Dios de la Biblia, el Dios que se entrega por nosotros, lo cual celebramos en cada misa. Estoy seguro, que a Cesar Vallejo tampoco lo hubiera gustado esta canción, porque El si sabía, que la misa le iba a hacer un bien por su salud, cuando estaba enfermo.
Finalizo: estoy convencido, que Vallejo buscaba a Dios, sufría porque no podía entender y aceptar tanto sufrimiento humano, que a veces lo hacía dudar de la existencia de un Dios bueno. Sin embargo en sus búsquedas también había la seguridad – por lo menos por ratos – de un Dios cercano, que le daba consuelo. En esta búsqueda incesante a Dios Vallejo se parece mucho a nosotros hoy día.


 

Fuente, http://parroquiasantiagodechuco.blogspot.com/search/label/textos