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lunes, 1 de noviembre de 2010

FUNDACIÓN POLÍTICA DE SANTIAGO DE CHUCO

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
PRÓXIMAS
ACTIVIDADES
– MIÉRCOLES 3 DE NOVIEMBRE
HOMENAJE: 110 ANIVERSARIO
DE LA FUNDACIÓN POLÍTICA
DE SANTIAGO DE CHUCO
– SÁBADO 6 DE NOVIEMBRE
RECITAL Y TERTULIA:
JUERGEN POLINSKE
Poeta alemán. Presentación:
José Pablo Quevedo
– SÁBADO 13 DE NOVIEMBRE

TALLER DE CREATIVIDAD
OMIRA BELLIZZIO
Educadora venezolana

ºººººººººº

3 DE NOVIEMBRE, DÍA
DE LA FUNDACIÓN POLÍTICA
DE SANTIAGO DE CHUCO
HOY
CUMPLE AÑOS
SANTIAGO
DE CHUCO

ACTIVIDAD
MIÉRCOLES 3 DE NOVIEMBRE,
AÑO 2010, 7.00 P.M.
PROGRAMA
MESA REDONDA:
SANTIAGO DE CHUCO
MEMORIA Y ESPERANZA
CARLOS CASTILLO MENDOZA
WILMER ROJAS RUIZ
WALTER VÁSQUEZ VEJARANO
Vino de honor
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 2 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
capulivallejoysutierra@hotmail.com
planlector@hotmail.com

PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA

VOLVER
A LA TIERRA
NATAL
Danilo Sánchez Lihón

"Así brotó, al conjuro de un milagro
al pie del inhiesto San Cristóbal
en el tibio regazo de una hondonada
Santiago de Chuco, la Flor del Ande"
Felipe Arias Larreta
1. El amor
a la tierra natal

En la historia bíblica se cuenta que en los tiempos antiguos, cuando conducía y protegía a su pueblo el profeta Abraham, el peor castigo para quienes cometían un crimen era ser expulsados de su tierra natal.

Qué delito atroz habremos cometido todos ahora para que el signo de los tiempos actuales, sea autoexiliarse, abandonar nuestros terruños de origen y la patria que nos vio nacer y nos defiende.

Pero aún más, ¿olvidándonos de ella voluntariamente, porque así creemos que desarrollamos más, mejoramos pronto y vivimos mejor?

Dada esta dramática situación siento que es una responsabilidad orientar todo esfuerzo a la búsqueda de la identidad, tan maltrecha y desvalida, la que debiera ser firme e incólume.

Y en el intento de buscarla y encontrarla no ir a lo grande sino a lo pequeño, ínfimo y hasta a lo entrañable, hacia aquello que más nos conmueve y nos da la sensación de mayor pertenencia.

Aunque algo nos hubiera herido en todo lo que se vincule a ese mundo que, ciertamente, lo tenemos y sentimos tan vulnerable y lastimado.

Pero, así como pena y congoja es posible que haya aquí algo que restañe nuestras heridas y nos llene de gozo. Y hasta nos haga reír, porque la gracia y la dulzura felizmente parecieran elegir habitar más bien en lo mínimo y humilde.

2. Aguardando
nuestro regreso

Por ejemplo, he aquí un par de armellas colgadas en una puerta hace tiempo sin abrir y clausurada.

¡Qué honda emoción y turbación agita nuestro pecho al contemplarlas pendientes y resistiendo ellas, aguardando nuestro regreso a la casa vetusta!

Y no solo intentemos volver a la tierra que nos vio nacer –en mi caso a Santiago de Chuco– y al decirlo así retornar entonces a nuestro aire, a nuestro sol, a nuestra agua bautismal, sino también tengamos el valor de asumir y retornar a nuestra infancia primera y trascendente.

Porque no creo que la vida de aldea y aquella otra íntima y afectiva de la infancia sea un signo de atraso ni marginalidad.

Al contrario: es en estos momentos el camino de la búsqueda y la pregunta esencial por el ser. Y, mejor aún, es la indagación del cómo estar, actuar y convivir en el mundo.

Y, en realidad, sobre este aspecto específico, más que esperar respuestas que nos satisfagan debemos aceptar complacidos, que nos basta con que sintamos que son ciertas nuestras preguntas. Y que son legítimos y acertados nuestros descontentos, inquietudes y expectativas.

3. Los reinos
que nos pertenecen

En tal perspectiva regresar a la tierra de origen, instintiva y emocionalmente, para toda persona ahora es crucial. Y asunto de vida y muerte.

En este punto quisiera apelar a un contenido de nuestra cultura y con él recaer en un emblema, en el cual no hemos reparado lo suficientemente. El texto es la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, en donde aparece un símbolo de extraordinaria significación, cual es la barreta de oro.

Ambos mensajeros que emergen de las aguas del lago Titicaca la portan y hunden en la tierra para fundar el Cuzco, como ombligo del mundo, y el Imperio de los Incas, como entidad totalizadora.

Esta barreta reparemos que es de oro, representando con ello ser lo mejor de nosotros mismos. Se porta en la mano, como lo central y directo en nuestras vidas.
Conlleva el mensaje de misión y objetivo, es rectilínea, en su signo se ponen todas las esperanzas. Se hunde toda en la tierra, incluso desaparece, sin dejar rastro.
Permanece hacia el fondo, no hacia arriba y es fecundante. A partir de ella se pueden construir los reinos que nos pertenecen porque conlleva un designio sagrado.

4. Entre ponchos
y rebozos

El lugar donde yo nací es un lugar recóndito, abrupto y en algunos aspectos difícil e inextricable. Muy complicado de llegar en el sentido de su aislamiento y soledad. Pero, al mismo tiempo, un lugar que es difícil de dejar de amar: sus caminos, sus colinas, sus hondonadas, sus flores extasiadas, más aún aquellas que se asoman ingenuas o impenitentes hacia los barrancos.

Difícil dejar de amar los ojos de sus niños, la mirada transparente de sus mujeres, que recorren incansables los senderos, sus faldas ribeteadas de cintas, grecas y encajes, representando flores, hojas y frutos del campo. ¡Su cielo añil! Y, al lado de su escabrosidad, su limpidez en todo; especialmente en su gente. Así es Santiago de Chuco.

¡Cómo no identificarse en su suelo con la ternura de los labriegos que se tiempla y adelgaza en la prueba y en el trance del dolor! Pero también con la esperanza que se esconde muy honda en el alma y el candor de todos los que lo habitan, hombres y mujeres, niños y niñas.

El amor infinito que se tienen. Y con que acogen al peregrino y al visitante. Y al hijo pródigo. Yo confieso: que, cuántas veces lo he anhelado, en mi tierra he sido otra vez el niño aldeano acogido y aceptado entre ponchos y rebozos de los campesinos a los cuales quiero y con quienes me identifico total y plenamente.

5. Oculto
en la eternidad

Amo sobre todo de aquella gente buena sus preguntas, sus expectativas, su inquietud impaciente porque las cosas cambien y mejoren, la limpidez de sus secretos, el amor furtivo de las muchachas que escogen al varón fuerte, al duro e íntegro para el amor y el trabajo. Y siento un total respeto a su pena, a su historia desgarrada que es también mi historia, por ser mi pueblo y también el tuyo, mi hermano.

Amo todo lo que no me cupo en suerte conocer. Como aquello que ni siquiera pude tocar. La niña que amé hasta desangrárseme el alma en mi infancia no supo ni sabe nada de mí; cuyo temblor de su mano extrañaré hasta la infinitud, como algo que no me cupo en gracia palpar, sentir, tener; anhelo que llevaré hasta que el pálpito cese en mis venas.

Amo lo que no fue, la nostalgia infinita de aquello que quise tanto y no alcanzó a concretarse ni existir. No hay en mi historia hacia aquella niña, ni una cita, ni una calle, ni un sólo alero de los que tanto adoro. Y mi voz nunca se unió a su voz, ni en una pregunta ni en una respuesta, ni importa si esta o aquella fueran exactas o titubeantes.

Y pienso para consolarme que fue mejor así, para que todas las citas, todas las calles, todos los aleros y todas las voces sean las de ella y yo viva infinitamente enamorado de lo que está detrás, oculto en la eternidad.

6. Bajo la sombra
de estos aleros

Como el alhelí de sus huertos y jardines, Santiago de Chuco desde el centro de su corola, que es su plaza, y hacia los costados de su recóndita y elevada geografía, siguiendo el trazo tembloroso de sus calles, extiende el tul y el dorado de sus pétalos fulgurantes.

Ellos son sus barrios: el Santa Mónica, el San Cristóbal, el Santa Rosa y el San José, cuyos bordes terminan en los "cantos" o contornos del pueblo.

En aquel espacio he conocido a la gente más transida, honda y confrontada con los enigmas. Y, posiblemente, con la verdad más intensa, acerca de lo lejos y lo próximo, acerca de lo que somos y no somos, así como sintiendo más nítidamente la luminosidad y la grandeza del mundo y la vida.

En ese espacio mágico se posa más enigmático que nunca el sol radiante, la lluvia que germina como también la luna arrebolada.

Quien ha caminado estas calles, doblado estas esquinas y posado sus ojos en estas paredes, ¡y desde niño!, como también se ha guarecido bajo la sombra de estos aleros y techumbres, es nada menos que el poeta César Vallejo.
7. Regresar en la memoria
hasta su casa
Aquí recostó su mirada, su frente y sus sueños aquel ser abisal, el más insondable del mundo como intérprete del dolor, quien ya sea en el plano de lo tangible, como también proyectándose desde el recuerdo y la añoranza, ya sea estando en París, Madrid, Berna o Moscú, nunca pudo olvidar su pueblo que lo evocó siempre. Y murió soñando y recostándose a sollozar en estas sus piedras.

La identificación que él tuvo con su lar nativo no era sólo estando despierto o en vigilia sino incluso dormido.

Se cuenta de aquella vez en que le contesta al policía francés que lo interroga, mirando detenidamente los documentos de identificación, que le había solicitado por haberse quedado dormido en la banca de uno de los parques de la Ciudad Luz:

– ¿De dónde es usted?

Y él responde, más que en el entresueño creo yo que en la más absoluta vigilia:

– Soy de Santiago de Chuco, señor.

Evocando así, con plena filiación y ternura el lugar donde nació, creció, peleó y amó, llevándolo clavado en el alma, no solamente en vida sino cuando al morir desanda sus pasos para regresar en la memoria hasta su casa.

8. Del alma
de su gente

Por eso, es significativa hacer la travesía y llegar hasta Santiago de Chuco en la caravana que cada año realiza el movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, porque ello constituye el viaje a la raíz, que somos hacia adentro y hacia afuera. Es la proyección hacia lo distante. Y el vuelo hacia lo alto y a lo lejos que queremos ser. Es empinarse hacia la transparencia y la infinitud.

Esta peregrinación, también denominada Telúrica de Mayo, es sumergirse en la entraña de nuestro ser, para alcanzar a renovar nuestra identidad, aparentemente perdida pero más bien latente, soterrada y escondida, donde Santiago de Chuco es la fuente.

Viajar a Santiago de Chuco es el testimonio de que apreciamos que en el ámbito interior del país se encuentra lo mejor de nosotros mismos. Incluso, que al interior del ser del hombre cabe toda la dinámica social y, dentro de ella, está lacerante el drama del retorno y del adiós, antes que externamente al venir unos y marcharse e irse otros.

Es constatar cómo en nuestro propio ser se hace y deshace al mismo tiempo, con grandeza y pesar, el mundo y la vida, en lo escondido de las casas, las calles y el paisaje, como en la intimidad del alma de su gente.
9. Lo mejor
de nuestro aliento
Santiago de Chuco es "... ríos de luz y entrañas de amor", en la frase con que lo definiera el poeta César Vallejo, donde hasta las paredes y las piedras rezuman amor y ternura. Y en otra oración que dijera el autor de los Poemas Humanos en relación a su pueblo es: “Ciliado arrecife donde nací”.

Y volvamos por el alhelí, que allí luce con todo su esplendor, con toda su luz, secreto y perfume, aunque nadie pose sus ojos ni perturbe su silencio arrobado.

Viajar y llegar hasta su plaza es sentir el Perú profundo: el risco, la lluvia que cae y la pluma del alba que se eleva, erigiéndose y desplomándose en el fondo del ser y del destino.

Es importante y significativo conocer el perfil de sus montañas porque con el amor que él nos inspire propugnaremos el retorno de los hermanos que se han ido. Y con la visión que él nos plantee se nos hagan claros los caminos, sus desafíos y las soluciones que avizoremos.

Retos y pruebas en cuya forja pongamos nuestro empeño, dedicando lo mejor de nuestro aliento y nuestra vida, por difícil que ello sea, en la construcción de un orden nuevo en el Perú, que ha de ser aquello que nos salve y nos redima.

10. La flor
de la esperanza

Y portemos en la mano la barreta de oro para hundirla en la tierra, hasta hacerla fecundar y renacer.

Barreta de oro del arraigo, del quedarnos, del entrar a roturar la tierra.

Barreta de oro del brotar y florecer; emerger como ríos caudalosos, montañas tutelares, vientos que rugen.

Barreta de oro de los campos sembrados, de las aguas recogidas, listas para el regadío o para mover las turbinas. De los huertos florecidos y de las ramas preñadas de frutos.

Barreta de oro de ser mejores maestros, autoridades, padres, alumnos o ciudadanos ejemplares.

Y con la unción por la pared que abriga y por el viento que sopla en lo desolado de los pajonales, seamos fieles a este Perú irredento, dulce y cruel que llevamos hincado en el alma.

País que allí lo sabremos abrupto y fino, encantado y difícil, haciendo el juramento de no fallarle jamás.

Y como el alhelí que crece en los huertos y jardines, como ahora también en los patios silentes de las casas abandonadas y hasta en los muros derruidos de los hogares donde antes se cobijó la vida, rescatemos temblorosa y hechizada la flor de la esperanza, con la cual volvamos otra vez y de regreso por sus caminos.

Texto que puede ser reproducido
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