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domingo, 7 de noviembre de 2010

DÍA DE LA FRATERNIDAD HUMANA



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina
10 DE NOVIEMBRE,
AÑO 1937
DÍA DE LA
FRATERNIDAD
HUMANA

PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
EL DÍA
QUE SE ESCRIBIÓ
“MASA”
Danilo Sánchez Lihón
1. Al bien,
que venga

El día 10 de noviembre del año 1937 es la fecha que tiene como asiento y registro de su escritura el poema “Masa”, de César Vallejo, fecha que debemos instituir como Día de la Fraternidad.

Es el poema más importante de la historia humana que forma parte de los 15 poemas de aquel rayo fulgurante que es el libro “España, aparta de mí este cáliz, que el poeta César Vallejo escribió meses antes de morir agotado, consumido y en agonía por la Guerra Civil española.

Drama que él vivió como una expiación vital propia, agobiante y tremenda.

Que lo sumió en el martirio y la desesperación más atroz:

Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme, corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien, que venga
y quiero desgraciarme;...

Y que lo agotó al punto de consumirse de fiebre y de desvelo, siendo sus últimas palabras al morir, el 15 de abril del año 1938:

“Llévenme a España” “Quiero ir a España”.

2. No mueras,
te amo tanto!

Dice el poema “Masa”:

MASA

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

3. Del sendero
simple

Son los mensajes que se contienen en “Masa”, la nueva estancia evangélica del amor colectivo.

Es el padre y la madre nuestros del orden espiritual. La sociedad en el anhelo de unanimidad, sin exclusiones, aplazamientos ni disensiones.

Es el nuevo evangelio que solo una cultura y una sociedad como la andina lo pudieron propiciar a través de César Vallejo como su representante egregio.

Es la palabra hecha verbo en su vocero indiscutible; de su porta estandarte, del autor de los Poemas humanos, quien pudo hacerlos evidentes, y que ojalá todos juntos lo hagamos actual, tangible y vigente.

El evangelio Vallejo tiene su sermón del llano en “Masa”, de apenas 17 versos repartidos en 5 estrofas, que conforman el nuevo sermón del camino, de la explanada y la llanura; no de la cima, ni de la cumbre, ni de la montaña, sino de la planicie, del espacio abierto y horizontal, del sendero simple.

Del espacio de tierra al borde de la carretera, de la vida común y corriente, de una barriada.

4. Los ojos
llorosos

En ese sermón del llano no se habla de otro mundo sino de este que es la tierra, y a ras del suelo.

Y por serlo así se convierte en la tierra prometida, en el país de la leche y de la miel; éste adonde hemos caído, en el cual estamos y morimos.

Y lo hacemos sin plazos ni postergaciones, desde que en él se plasma el amor universal. Y una nueva resurrección, no de Lázaro sino del Cristo multitud, barro y gleba.

Es una nueva morada donde no se prescinde del dolor en el tiempo en que duran los milagros que ocurren en este poema.

Tiempo seráfico y eterno donde se encomiendan y corrigen, insumiéndolos, los males del mundo: el dolor, las enfermedades y la muerte mediante el amor sencillo y ecuménico: de la fraternidad.

Donde ningún ser humano, hombre o mujer falta en esta cita. Donde todos estamos convocados, presentes y esperanzados.

En realidad jubilosos, exultantes, con los ojos llorosos, pero a la vez vivos y radiantes de emoción.

5. No hay ningún
indiferente

Donde estás tú, él y yo. ¡Ellos y ellas!

Todos nosotros, juntos para siempre. Me encuentro en esa colectividad y sé que estás también.

Tú a quien adoro. Tú a quien no veía hace mucho tiempo. A quien dejé de ver hace siglos de siglos. Y a quien no encontraba, extrañándote tanto.

Y si no fuera aquí nunca nos hubiéramos reencontrado, con tus vestidos de niña ilusa.

Y el que aún no nacía también responde a la lista, a plenitud.

Y el que había muerto casi al inicio del mundo ha llegado puntual y es el primero en el círculo.

Ninguno se abstuvo, ni uno solo adujo una razón que justifique su ausencia o su tardanza.

Nadie se declaró opuesto, ni neutral, ni contrario.

No hay ningún indiferente a este cariño, nadie se rehusó a venir, a comprometerse, a participar, aduciendo que tenía que hacer un trabajo diferente. ¡Es este el trabajo verdadero!

¡Todos se aman a partir de este momento y para siempre!

6. Un ser
común

Son milagros decisivos, trascendentes, inapelables los que aquí ocurren. Como es milagro abrir el corazón a otro corazón.

Y aún mayor milagro abrir todos los corazones juntos, por un solo propósito e ideal. Si solo “Masa” fuera utopía, por la proeza de su concepción ya es un milagro auténtico.

Si solo fuera buen deseo, coherentemente concebirlo, como en “Masa” sucede, ya constituye una providencia tenerlo como anhelo.

Pero si por ello se da la vida, forma parte entonces de verdad revelada, es el soplo del ángel, el rasgarse los cielos a fin de captar esta anunciación henchida y nutricia.

Pero no es solo utopía por una situación de mucho peso, porque la Guerra Civil española que lo inspirara ocurrió históricamente y cobró millones de víctimas. Y hubo en ella un voluntariado tenaz.

Del corazón de los que se unieron en aquella pasión y agonía surge el testimonio de “Masa” que es verdad evangélica.

El milagro de un hombre por quien todos ruegan. Personaje que no es un astro, no es un portento de individuo sino un ser común y corriente.

7. Ser fiel
con la vida

En “Masa”, poema XII de España, aparta de mí este cáliz, ocurren y se presentan varios milagros: Trata de un hombre anónimo, solamente hombre y, como tal y por serlo, un combatiente. Ese individuo es uno y es todos. No tiene nombre. Su nombre es: masa.

Es el primer milagro que ocurre a favor de alguien por primera vez irreprochable. ¿Y quién es él? El pueblo, la masa. Nadie endilga acerca de él un solo reparo o argumento en contra. Ni siquiera un: yo me abstengo.

Todos están de acuerdo en rogarle que se quede. No es Mahoma, no es Buda ni Zaratustra. Si fuera uno de ellos otros ya hubieran puesto reparos y obstáculos. Ese hombre es todos los hombres juntos y reunidos.

No ocurre en ninguna etapa histórica sino en todas. Ni en este ni en el otro siglo sino en todos. Ni tampoco en el pasado, ni en el presente ni en el futuro. Acontece en un reino sin tiempo. Infinito. Intemporal.

Solo sabemos que es al final de la batalla, de la batalla definitiva. Porque es un guerrero de quien se habla y quien resucita Tenía que serlo, un luchador y un combatiente, porque ello es ser fiel con la vida, como lo fue el propio César Vallejo.

PRIMER MILAGRO:
TODOS LOS HOMBRES
DE LA TIERRA

8. Todos los hombres
para salvar a uno solo

Este es un dogma en Vallejo si alguna vez tuvo dogmas:

“Todos los hombres”.

Pero a la vez es un milagro que todos los hombres coincidan en armar y unirse para salvar a alguien, a uno de ellos y con él a todos.

Es la utopía moral más extraordinaria y absoluta, jamás expuesta, ni imaginada siquiera, menos aquello por lo cual se entrega una vida como él inmolara la suya. Y el llamado, cual es:

¡Que ninguno falte o falle!

Todos están presentes, no para beneficiarse con una prebenda ni recibir una pitanza; no para ganarse algo, sino para salvar a un hombre, a uno solo.

Todos los hombres para salvar a uno solo.

Este es un himno y una epifanía milagrosa, pero era moral imaginarlo al menos, y morir por ello como lo hizo César Vallejo.

9. Ninguno
es más que otro

En donde todos aman a un hombre que ya es cadáver, pero que el amor lo ataja, lo suspende, lo iza otra vez a la vida.

Es un guerrero muerto en la batalla.

Todos están unidos en un ruego común, enlazados en un solo deseo: salvar a uno.

Todos amando al unísono. No es que son amados sino que aman.

Todos son los que se conmueven, los que son tocados por el mismo sentimiento, por la misma devoción y por el mismo amor: el amor fraternal.

Todos están al mismo nivel: son masa, colectivo, sociedad. Ninguno es más que otro. El único que está al centro y solo es el que padece, en quien se ensaña la muerte.

Pero hay la solidaridad unánime de todos, que pronto lo hace libre y resucita. Se abraza al primer hombre y echa a andar.

SEGUNDO MILAGRO:
FIN DE LA BATALLA

10. Paz entre todos
los hombres

Este es el fin de la batalla decisiva, de la madre de las batallas, del símbolo de las disputas, de la batalla final. Y eso constituye el segundo milagro.

Es el fin de la historia del hombre como una secuencia de enconos y peleas.

Llegó a su fin el tiempo de los enfrentamientos, la historia luctuosa de pugnas, rivalidades y reyertas de hermanos contra hermanos.

Con esta batalla se terminaron los odios, las confrontaciones, las guerras. Ya no cabrán matanzas entre los seres humanos.

Porque si continuaran los enfrentamientos no concurrirían todos los hombres de la tierra a pedir a un combatiente en un ruego común: “quédate, hermano”.

Primer milagro: se logra la paz entre todos los hombres de la tierra. Ya jamás habrá enconos ni rivalidades.

11. Se acercan
con un ruego

Han cesado las hostilidades y entre los hombres juntos reina la hermandad.

Y van a salvar a aquel que es la representación de todos, a quien rinden el honor del cariño, de la pleitesía y el amor.

Y el anhelo de que se quede entre nosotros para siempre.

Este hecho es un milagro estupendo.

Ha costado un sacrificio enorme:

Ahí yace el cadáver del combatiente, símbolo también de todos los combatientes, de aquel ser íntegro, que cree en su causa y es honesto.

Yace en el campo de batalla. Ya es cadáver pero aún sigue muriendo.

Y entre todos la tarea común es salvarlo y se acercan con un ruego:

Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
TERCER MILAGRO:
RESUCITAR CON EL AMOR

12. El amor la única razón
y argumento

¿Qué es aquel elemento que devuelve el aliento, el ánimo y los pasos y el color a las mejillas al cadáver muriente que yace allí tendido?

¡Es el amor! En masa quien resucita, es el amor colectivo. El amor de todos, que emerge convicto, confeso y radiante frente a la muerte.

Con la invocación al amor es que las personas rodean al cadáver.

Uno le dice:

No mueras, te amo tanto!.

Pero no es suficiente, la muerte no se conmueve.

Pero pronto son quinientas mil voces que están clamando:

Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!

Ahí están posicionados el amor de uno y el amor de todos: el individual y también el amor colectivo.

Y ese es el argumento en este reclamo: que se ama por separado y en la dimensión colectiva. Es un amor sin condicionantes. Es el amor la única razón y argumento valedero, no porque sea de tal o cual condición. Pero, eso sí: es directo, de persona a persona.

13. Cabales
hasta el final

El salvo conducto se da aquí por el amor individual y el amor colectivo.

Es amando en ambas dimensiones cómo se concreta y plasma la utopía de la solidaridad.

Pero es el amor colectivo unánime el que finalmente vence a la muerte.

Amor personal y tangible. ¿Porque, qué es lo que sienten todos en este círculo de imploración? Amor. Amor muchedumbre y efectivo.

Es el amor universal, del cuerpo sagrado que somos todos juntos y reunidos lo que hace posible este milagro.

Gracia suprema no por los resultados que se alcanzan sino por el proceso mismo de poder todos juntos reunirnos y sentirnos hermanos para siempre.

Donde caben todos desde el principio del mundo, cabales hasta el final de los tiempos.

CUARTO MILAGRO:
TODOS SE SALVAN

14. Primavera
del amor universal

Al salvar a un solo hombre por la acción de todos la dialéctica es que todos se salvan.

Y se elimina a la muerte para siempre. La muerte misma es liberada de la faz de la tierra por la solidaridad de todos los seres humanos.

Ese es el resultado de estos hechos prodigiosos. Todos son los que salvan y todos son salvados.

Y ya no hay condenados, réprobos ni pecadores.

Porque si todos los hombres conjugaron sus ruegos y a todos les embarga el mismo tamaño de amor, no hay entonces uno, o algunos, que puedan ya jamás ser condenados.

Todos se salvan, porque:

¿Cómo vamos a condenar a nadie en esta primavera del amor universal?

15. Ya no cabe
ningún quebranto

Nadie se condena ni está condenado.

Ni siquiera quien hubiera sido criminal, quien ahora queda redimido por su capacidad de amar.

Consecuentemente, es ese amor universal el que permite que no haya seres marginales, solitarios ni enfermos.

Quedan abolidas las dolencias puesto que la muerte desapareció de nuestras vidas.

¿A qué entonces el dolor? ¿A qué entonces la penuria? Ya no cabe ningún quebranto.

Cada uno ha puesto su cuota de bondad. Es el canto de la salvación a través de la solidaridad universal.

Todos se salvan. Así como no hay un solo excluido del ruego común y colectivo, ninguno tampoco será marginado.

De allí que esta sea la epifanía de la creación, la utopía para todos los tiempos, única razón para que el mundo exista.

QUINTO MILAGRO
LES VIO EL CADÁVER TRISTE

16. Voluntad
del lado de la muerte

El cadáver que estaba muriendo ha respondido con un gesto. Una voluntad lo anima al ver aquel amor multitudinario.

No es que sea pasivo sino al contrario, es él el decisivo. Pone una cuota suprema de adhesión a la vida.

El cadáver elige la vida por correspondencia al amor que se le ofrenda, por gratitud y adhesión voluntaria y libre.

Lo cual es muy importante como reciprocidad al votar por la vida.

Está probando el poema que detrás de la muerte también se tiene voluntad.

Esta mirada del cadáver triste, emocionada, abarca a todos los hombres.

Porque toda la humanidad lo rodea, que no renuncia a salvarlo ni se resigna a dejarlo morir.

Y el cadáver triste, emocionado, regresa. Hay una voluntad no solo de este lado sino del lado de la muerte. Y este hecho dialéctico es de la máxima significación.

17. Se elimina a la muerte
para siempre

Es importante este aparente detalle pero en el fondo verdad esencial: que la acción no es unilateral.

El cadáver responde y con él la humanidad desde el otro lado. A la cual también hay que salvar y que él ya representa.

El cadáver actúa, él da su cuota a la vida, él vota como todos los que han muerto. Transpone un puente, una línea, una barrera. Pasa de la muerte a la vida. Él vence.

Hay un acto de iniciativa. Hay un convencimiento. Hay voluntad de regresar a la vida.

Hay una elección de corresponder al amor, hecho que otorga una dimensión moral inmensa a estas metáforas.

El cadáver se llena primero de tristeza por solidaridad. Y se emociona. Se llena luego de fervor de pasión, y camina.

No puede negarse ante tanto amor. Se rinde a favor de sus hermanos y regresa.

Él toma finalmente la decisión que es afirmativa. Y con ese acto se elimina a la muerte para siempre.

SEXTO MILAGRO:
ABRAZÓ AL PRIMER HOMBRE

18. Ya no es el extraño
sino lo entrañable

¿Donde ocurre todo esto? ¿En una calle? ¿En una plaza? ¿En un yermo?

Al borde de un campo de batalla. Hay estragos de lucha y de encono.

Hay pómulos morados en la multitud de hombres reunidos. Es un lugar solemne, desolado, sin un árbol ni una flor, sin el mar a la vera, a la orilla o a los pies.

Es un juicio final de amor entre los hombres. Es de un dramatismo enorme, bello y grave.

El cadáver es de un ser entrañable: Quizá padre, quizá hijo, quizá hermano. ¿Se trata del esposo? ¿O del amigo?

En él está representado lo más querido e íntimo. Aquello que podría haber sido ajeno, el otro, el prójimo.

Pero que, por esta comunión del amor y la salvación universal ya no es el extraño sino lo entrañable.

19. El milagro
en el tiempo eternal

Y lo primero que se realiza y se cumple es el rito del abrazo. Y que es lo que nos hace hermanos, que nos hace humanidad solidaria.

Volvemos a lo que solo la utopía incaica lo hizo vigente en el orden social.

Volvemos a la simplicidad de lo cotidiano.

A lo que podemos hacer tú y yo. Y todos. Esta tarde o esta mañana.

Abrazarnos, darnos un abrazo. Abrazar al primer hombre que pasa.

Al germen, a la raíz, al gesto del cual la solidaridad parte: el abrazo.

Este abrazo quedará sellado e indeleble para siempre como símbolo de una nueva humanidad y del milagro en el tiempo eternal que no es otro que este en el cual estamos en este instante parados.

SÉPTIMO MILAGRO:
ECHÓSE A ANDAR

20. ¿Hacia dónde
vamos?

Estos últimos milagros regresan a nivel de lo cotidiano que es lo verdadero y auténtico. Retornan al tiempo común y corriente.

Y a todo aquello que es asequible, que está a la mano, que podemos tocarlo sin elucubraciones, ni plazos ni idealismos.

En este último caso se trata de hacia dónde vamos.

¿Adonde podemos echarnos a andar en función de nuestros ideales, proyectos y utopías?

¿A dónde iremos individuales y entre todos juntos?

Ambas órbitas lo individual y colectivo quedan aquí otra vez indisolublemente unidas.

Pero, ¿adónde dirigirnos todos juntos en marcha apoteósica?

21. Es el nacimiento
a la vida

Marchar a la tierra prometida, hacia el reino de la libertad dejando el reino de la necesidad.

Incorporóse lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar

Dos enclíticos verbal que hacen de estos versos la acción de caminar, de emprender la marcha, ¿hacia dónde?

Es la voluntad de caminar. Es el nacimiento a la vida. Este tener un rumbo o una meta. Este ir hacia algo o alguien. De tener un horizonte, un camino, una égida moral.

Echóse a andar por el futuro dichoso. Hacia un camino de utopía donde los hombres se amen y comprendan.

22. La abolición
de la muerte

Con estos actos y hechos aquí se abolió a la muerte. La muerte misma ha sido proscrita o dicho mejor: liberada de sus cadenas y de su guadaña. La muerte ya no existe. Todos los hombres caminan abrazados. Todos se han santificado, porque fueron capaces de ser solidarios y hermanos.

Todos los hombres. Ninguno se abstuvo. Nadie desistió. No hubo un solo apático. Nadie que quisiera ser arbitrario, destacar por oposición. Todos estaban convencidos respecto a un fin: salvar al hombre.

Las de César Vallejo son palabras que defienden la vida, la justicia, a los débiles, desamparados y desposeídos.

El milagro de que todo esto es futuro, es visión profética, es el milagro de lo que es infinito, sin tiempo, que tiene como respaldo la moral de una vida incólume.

23. La muerte
ha sido derrotada y huye

¿Gracias a qué condiciones se produce la salvación que es liberación de la muerte, del dolor y las enfermedades?

¿Por qué méritos? ¿Bajo qué rangos? Solo el único: verdadero: ser hombre y defender la vida.

Esa condición nos da la categoría de combatientes.

Ante aquello nadie tiene un reparo qué hacer, ninguno ha de formular una duda.

¿No es este un milagro? ¿No es este un hecho asombroso? Lo es.

Tan asombroso que la muerte que hasta ahora no había sido derrotada, que tenía todas las victorias, que siempre salió ilesa y airosa, se burló con mueca horrenda y acerba, ahora ha huido.

24. Testimonio moral,
tenaz e inapelable

Esta vez la muerte ha sido derrotada y huye. Se va, desaparece de la faz de la tierra.

¿No es esto un hecho inmenso en la dimensión de la utopía que debemos realizar como toda salvación, en este caso colectiva?

El Evangelio Vallejo es testimonio moral, tenaz e inapelable porque se guía solo por el interés sacratísimo de la defensa de lo humano frente a las fuerzas del mal y de la muerte.

Lo único que requiere y destaca es la actitud fraterna, solidaria, que todos poseen.

Es más que utopía. Es el tiempo de amor universal en el que transcurre el poema “Masa”.

En este breve poema está contenido todo. Después de ese poema no hay otro mundo.

25. Todo termina
y empieza aquí

Para salvarnos tendríamos que entrar mentalmente en las 17 líneas o versos que lo conforman y después trasponer su esencia a la realidad que queremos reedificar.

¿Con qué cuota? La del amor, despojados de todo reparo, crítica o clase de razón. Solo con el entusiasmo, la creencia y la pasión.

Todos los mundos quedan encerrados en el espacio de este poema.

Ese es el final, de ahí se regresa.

En este poema se resucita a un hombre por el amor multánime de todos.

Vuelve a la vida decidiendo volver.

En este escenario se ha llegado al borde y a la orilla de todo, más allá ya no hay mundo.

Todo termina y empieza aquí.


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