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lunes, 22 de febrero de 2010

FERNANDO ROJAS MOREY: Un sacerdote a todo dar .

INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,
INLEC DEL PERÚ
Y
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA





UN
EJEMPLO
DE VIDA





UNA PETICIÓN TAN SIMPLE


Y SENTIDA






1.



Hace algunas semanas el Arzobispado de Trujillo hizo oídos sordos al reclamo de la comunidad católica de Chepén, pidiendo que el Padre Fernando Rojas Morey, prosiguiera la extraordinaria obra que venía realizando desde hace 47 años; y continúe a su vez con el ejemplo de vida que él por sí mismo imparte como pastor de su feligresía. No se atendió una petición tan simple y bien concebida, buena para la iglesia, y de sentido común en todo buen gobierno del mundo.


El nuevo párroco de Chepén, Julio Mogollón Llauce, ha disuelto el Consejo Pastoral, ha dispuesto la reorganización de la parroquia, hace cambios como si lo anterior hubiera estado mal y declara que todo lo que se venía haciendo se acabó. ¿Esto es razonable? Cuando se le pregunta qué va ha hacer después de estas medidas declara que no sabe. ¿Esta es una persona sensata y responsable?




2.


Lo único que ha hecho hasta ahora es destruir. Y cuando se le pregunta por qué lo hace, responde: porque es el nuevo párroco. Ya hemos padecido mucho por actitudes como esta, de quienes sufren el “Complejo de Adán”, que causan tanto daño, desorganización y miseria: destruyendo todo lo precedente, solo porque no es mío o yo no lo hice.



Y lo otro que hace el nuevo párroco es criticar y obscurecer, diciendo por ejemplo, que en Chepén ha ocurrido “fuga de católicos hacia otras religiones”. ¿Dónde no? El periodismo irritado le interroga si desde el 22 de diciembre, que asumió sus funciones, ha aumentado el número de católicos, aludiendo a que la iglesia ahora recién se la ve vacía.


3.


Ha utilizado el sermón de la misa del 31 de enero para denunciar que el padre Fernando Rojas está prohibido de decir la misa en la capilla de Villa Leticia de Chepén, en donde se dedica a formar niños y jóvenes. Y es que allí sí se colman los devotos para escuchar la santa misa. Y declara textualmente: “Todo el trabajo que él hizo llegó a su fin”. ¿Qué es esto? Las obras se mantienen, aprecian y valoran.


Sea humilde, señor. Y aprenda a respetar. El cargo y el poder son efímeros y lo mejor es emplearlo en servir, alentar y construir esperanza. No sabemos qué intenciones lo animen, porque ha declarado que no sabe lo que hará. En Chepén se ha edificado mucho y las instituciones creadas por gestión de don Fernando Rojas Morey son vigorosas y pujantes.


Pero la obra tangible del Padre Rojas, con ser grande, no se iguala a la fundada en el alma y el corazón de la gente, hecho que no se circunscribe a un lugar, sino que se riega por el mundo. Él formó mi corazón para no ocuparme del mal sino del bien. Y estas páginas sean mi conmovida adhesión y siempre mi reverente y trémulo homenaje.






PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA







PADRE ROJAS,



USTED FORMÓ MI CORAZÓN



Danilo Sánchez Lihón



«Martirio
fue de amor
triunfo glorioso».

Francisco de la Torre





1. La luz
del sol




Conocí al Padre Fernando Rojas Morey cuando yo era un niño, de allí que al pensar en él yo me encuentre con toda mi infancia y adolescencia, estremecidas y colmadas de éxtasis, pasadas en Santiago de Chuco.


Sucedía que en aquella época, todos los chiquillos de mi edad y de mi pueblo le teníamos un terror estremecedor a la iglesia por ser un lugar lóbrego, solemne e incomprensible.


En nuestra percepción era sitio de castigo y de arrepentimiento que turbaba el alma y la sumía en ritos de expiación, mientras afuera estallaba la luz luminosa del sol.


Contiguo a la iglesia se alzaba inmenso El Convento de alta techumbre, ventanales rígidos y paredes vetustas, para nosotros lugar hosco e inasequible.





2. Podía
ser




El Convento ocupaba y ocupa el terreno más céntrico de la ciudad, colindante con la alameda que se abriera en homenaje a los ciudadanos integrantes del Batallón Libres de Santiago de Chuco que pelearon con denuedo en la Batalla de Huamachuco, el 10 de julio del año 1881, la mayoría compuesta de hombres del campo, de donde ha provenido siempre la cuota de valor y heroísmo en defensa de la patria.


El Convento era un lugar contiguo a la iglesia, igualmente misterioso y terrible para nosotros, porque eran los predios del sacerdote Gerardo Rebaza, personaje severo, lacónico y taciturno, quien por largos lustros y décadas fue el párroco de la diócesis.


Cuando nos atrevíamos a mirar hacia adentro de aquel lugar por las rendijas de la puerta, una sombra esperpéntica nos espantaba.


Podría ser la luz, podría ser la claridad y hasta el bien o la verdad, pero por la severidad de la cual estaba todo investido nos llenaba de pánico.


¡Y corríamos huyendo en estampida!





3. Nuestra
vida




Sin embargo, la puerta siempre cerrada tenía unos vidrios en cuadriláteros, de todos los colores: rojo, azul, verde, amarillo, por los cuales nos encantaba mirar porque trastocaban en colores la luz del sol.


Acercarse a mirar por ellos hacia adentro, a través de esos cristales, los huertos crecidos de yerbajos, era una osadía de la cual salíamos corriendo si escuchábamos algunos pasos hasta no parar sino en la esquina del Chorro de Pichi Paccha.


Pero allí había otro temor: cual era que saliera con un palo en la mano y su cofia en la cabeza, una señora lunática y neurasténica, aunque de mucha estirpe, blanca y alta, que habitaba solitaria una hermosa casona en aquel lugar: «La loca Eva».


Como verán nuestra vida en casi todo era: ¡tener miedo! Miedo hasta de Dios.





4. La luz
verdinegra




Ese amplio terreno de El Convento situado en el mismo centro de la ciudad, era utilizado como chacra por el cura Gerardo Rebaza, perpetuado allí desde décadas atrás como vicario de la ciudad.


Se sembraba en ese predio maíz, trigo, habas, arvejas, chiclayos, verduras y hortalizas, es decir, el pan llevar del mes o la semana para la cocina de la casa parroquial.


Desde afuera se veía la protuberancia de los choclos pletóricos sujetos a sus tallos y la luz verdinegra de plantas de todo matiz.


Era, ni más ni menos, que su propiedad privada, en donde crecían en desorden plantas silvestres enmarañadas en contra de la pared.


Casi nadie entraba allí ni había alma que se atreviera.


Nadie que cuestionara que la parroquia es del pueblo y de su feligresía.





5. ¡Un
milagro!




Era una realidad que se aceptaba como tal. A lo más se veían pasar unas sombras hieráticas y hoscas que deambulaban por el interior de sus corredores.


Incluso por afuera, por la vereda de ese sitio había que pasar callados y serios.


En torno a ese lugar no estaba permitido ni correr, ni hablar fuerte, ni mucho menos reír como solemos hacer los niños.


Así transcurrieron los años en los cuales nuestro acercamiento y relación con la iglesia era distante, opresivo, lleno de angustias y temores.


Hasta un día extraordinario en que ese lugar misterioso y oscuro –después de décadas y siglos en que estaba clausurado, aún más para los niños– amaneció ¡con las puertas abiertas de par en par!


¡Oh, Dios! Había ocurrido un milagro.





6. Detenidos
en el umbral




¡Increíble! Adentro, enfiladas en los bordes de lo que era la chacra de maíz, que aún estaban en pie, había mesas de juego dispuestas y arregladas para que los niños y los jóvenes hiciéramos uso de ellas.


¡No creíamos lo que nuestros ojos veían! ¿Qué había ocurrido? ¡Algo extraordinario! Una asonada. Una revuelta, una revolución.


Esta vez nos acercamos paso a paso, de manera sigilosa y asustada, como si fuéramos a cazar un duende. O nos ofreciéramos como presa de alguno de ellos, avanzábamos sujetándonos de las paredes


Largo rato, estuvimos detenidos por nuestro propio asombro en el umbral y, de repente, un sacerdote joven nos produjo un sobresalto, hablándonos de esta manera:


– Pasen. ¡Este lugar es de ustedes!





7. Nunca
antes




La verdad es que nos asustó. Y aún no creíamos. Pero cambió nuestra actitud al notar en él una sonrisa franca y afectiva.


Cogiéndonos del brazo nos animó a pasar a las mesas dispuestas.


Y después a las habitaciones que quedan hacia los costados del pasadizo de ingreso, a donde nunca habíamos entrado antes y en el que encontramos bien ordenados libros y otros juegos de mesa.


Todos los modelos de los juegos eran extraños, lo que atraía más nuestra curiosidad. Nos invitó galletas y aguas gaseosas –lo que para nosotros era un encanto– y nos animó a aprender a manejar las piezas que estaban allí extendidas.


Todo ello, al parecer, para darnos mayor confianza.





8. De la noche
a la mañana




Mientras tanto él serruchaba unas tablas, remangadas las mangas de la camisa y enfundadas dentro de las medias las bastas del pantalón negro, lo que también era insólito que un sacerdote hiciera esto.


¡Había ocurrido un milagro!


Había llegado un sacerdote joven, delgado, con la figura de un heraldo, de mirada transparente –esa mirada de los seres inspirados– ¡bello! y con una sonrisa perenne en los labios.


Era ¡tal y cómo a nosotros nos gustaba que fuera la gente!


Y todo lo había previsto como para que entráramos.


¡De la noche a la mañana todo era para nosotros!





9. Cualquier
travesura




Que, en verdad, recién nos dimos cuenta que antes no teníamos nada, ni sitios dónde jugar.


Que nos andaban botando de las salas de nuestras casas, donde siempre rompíamos algo. Y nos corrían de los patios, porque allí hacíamos bulla o cualquier travesura.


Nos rezongaban en las calles donde molestábamos con la pelota.


Y hasta de los campos nos arrojaban, porque quebrábamos las espigas del trigo, del maíz o de la cebada.


¡Ahora teníamos un lugar donde jugar, para que nos sintiéramos allí libres, cómodos y felices.


¡Y hasta para allí vivir nosotros si lo quisiéramos!





10. Nos amaba
tal como éramos




Como todavía era temprano, ante los rostros sorprendidos de los niños, lo que hizo el Padre Rojas fue sacar una pelota y la tiró hacia la chacra de maíz, diciéndonos:


– ¡Jueguen!


Aún entre los tallos secos de los maíces y entre los surcos disparejos de la chacra, anotamos goles en arcos imaginarios.


Pero luego improvisamos parantes y travesaños de las mismas cañas, e hicimos arcos y jugamos hasta dejar el terreno casi plano.


Y allí estuvimos entretenidos, tanto, que casi nos olvidamos de llegar a nuestras casas, donde nos esperaba algún resondro por la demora.


Pero sabíamos al dormir esa noche que ya existía para nosotros un lugar en el universo.


Y, sobre todo, el corazón de un amigo que nos amaba entrañablemente, y tal como éramos.





11. Día
memorable




Por eso, fue un cambio exorbitante para nuestras vidas de niños y muchachos encontrar un día abierta esa puerta y limpio el corredor para que nosotros pasáramos.


Y, adentro, juegos, que era como dejar expuesta la miel en donde pronto abundarían los abejorros que éramos nosotros.


Al despedirnos aquel día memorable en nuestras vidas, el padre no dijo que se llamaba Fernando Rojas Morey, nos invitó a seguir visitando la parroquia cada vez que tuviéramos tiempo que, a decir verdad, era lo que más teníamos en ese entonces, para que ahora nos haga tanta falta.


Al día siguiente por la tarde, llevamos a otros amigos. Y así, poco a poco, empezamos a frecuentar el Convento terrible de antaño.





12. Ocurrió
así



Y pronto fundamos la asociación de Los corazones Valientes.


Y otra de mayores: la Acción Católica, con la orientación del joven sacerdote.


Ambas bajo el modelo que él nos expuso que ya existía en otros lugares del mundo.


Es más, el Padre Fernando en la misa invitó a las madres para que avisaran a sus hijos que en vez de estar por las esquinas u otros lugares vinieran al Convento.


Expuso que allí se iban a organizar talleres y realizar muchas actividades artísticas y culturales.


Que allí todo niño y joven estarían seguros, protegidos y dando curso a su propia autoformación.


Los padres mismos podrían venir para dar concreción a propuestas en bien de la comunidad.


Esto ocurrió así y fueron muchos los adultos que encontraron allí un lugar en el cual interactuar





13. Su estela
de luz y valor




Días después, entre todos los chiquillos iniciamos el aparejamiento definitivo del terreno, y tiempo después hicimos una losa deportiva de cemento, con gradería y tribunas en donde se iniciaron competencias de equipos de niños y jóvenes.


Estas lides producían mucho entusiasmo y fervor entre nosotros y la ciudadanía que asistía a contemplarlas, que al parecer, igual que a nosotros por primera vez se le abrían los portones de aquella casa.


Pronto, el Padre Fernando Rojas se convirtió naturalmente, en nuestro amigo, en nuestro hermano mayor y en nuestro segundo padre.


Desde entonces, fue parte esencial de nosotros mismos. Y a algunos de nosotros, con su presencia inestimable, y a otros con su estela de luz y valor, nos acompaña siempre.


Él dice en su libro de poemas:


«Trabajo para los hijos
que la vida me prestó;
son del mar y las estrellas...,»





14. Nuestros ojos
asombrados




Ese sacerdote era un atleta, capaz de hacer proezas que nunca habíamos visto hacer, sometiendo su cuerpo espigado y firme y de una fibra muy bien templada, a rigores y exigencias tremendas.


Cuando hacía ejercicios en la barra, giraba como un molinete. Y si lo quería se quedaba quieto y en vertical parado de manos en el fierro horizontal de la barra.


Y en esa prueba se tensaba y empinaba a lo alto, tanto, que parecía una flecha apuntándole al sol, a las estrellas o al firmamento. Pero más al porvenir hacia donde él proyectaba nuestras vidas.


Esa gimnasia la hacía al amanecer y nosotros teníamos que madrugar para contemplarlo.


Que fuera el sacerdote y que ningún deportista del lugar pudiera hacer lo que veíamos con nuestros ojos asombrados, era rompernos esquemas.





15. Como
acero



Esquemas y convencionalismos que se tenía por centurias, anquilosados, uno de los cuales era que los sacerdotes eran ajenos al ejercicio que templa el cuerpo y el carácter.


Y la verdad es que nos rompía escuadras y cartabones a cada momento y en todo sentido en la afirmación de valores supremos.


Pero además, aquella condición de ser un manantial, de pureza cristalina, lo hacía vibrante ante nuestros ojos.


Y un hecho que se ve en él muy claro y muy diáfano, y que reconforta mucho al alma constatarlo, es el esfuerzo que cuesta conseguir cada logro.


Él mismo transparenta el fragor de la lucha que libra, la tensión que hace por elevarse, la proeza que significa alzarse sobre todo lo que puede ser flaquezas o miserias.


Se le ve templado como el acero más firme o más recio. Como el arco que va a disparar flechas certeras. Todo fibra, todo valor, todo alma.





16. Pruebas
de vida y muerte




En él se ve al espíritu como una fuente de agua clara y viva que deja trasparentar los pedruscos que espejean en su fondo.


De manos en la barra y en vertical hacia arriba, los pies enhiestos hacia las estrellas, como una lanza en ristre, con el esfuerzo hinchando sus venas por sostenerse todo el tiempo que quisiera, era como si sus pies se hundieran ya no en la tierra, sino en el cielo.


¿Dónde habíamos visto proeza semejante? ¡Nunca! ¿Cuál de los muchachos de la comarca podían hacer tales hazañas? ¡Ninguno! Nuestros ídolos en el deporte de la provincia, eran muy buenos, pero no podían hacer jamás semejantes pruebas de vida y muerte. Nadie. Él sí.


Así como en el altar, tan arrobado como en la misa, era haciendo barras, subido en los dos maderos y el travesaño de fierro que él mismo había mandado hacer y colocar en El Convento.





17. Alfil y espada,
clarín y espiga




El travesaño estaba a tanta altura que ninguno de nosotros podíamos alcanzar a subir. Teníamos que trepar por la madera y otro sostenernos de los pies.


Pero pronto pusimos allí una pequeña escalera para alcanzar. Y todos los niños y muchachos pasábamos horas de horas tratando de imitarlo.


También solía hacerlos por la tarde.


Cuando él salía para hacer sus ejercicios –que ya calculábamos a qué hora podía ser–, nos congregábamos cantidad de compañeros para verlo evolucionar, cenceño y ágil, alfil y espada, clarín y espiga.


Ahora, al verle sus manos, dan testimonio de esa clase de tensión a que él se sometía y aún se somete.





18. Genuino
y virtuoso




Fue el referente que necesitábamos para saber que se podía ser puro y a la vez fuertes, que se puede ser valeroso y a la vez diáfano, que se puede ser inocentes y a la vez comprenderlo todo.


Era el ejemplo para anteponer ante tantos crápulas y vulgares, que son los que hablan a los niños en las esquinas y respecto a lo más íntimo y sagrado.


Con él, supimos que había otra clase de hombres o de seres: los espirituales, sin que ello sea páramo, sombra ni oscuridad.


Que no se tenía que ser inescrupuloso para ser varoniles y recios.


Que no teníamos que hacernos necesariamente sucios ni llenarnos de miasmas, para ser hombres cabales.


Su presencia constituyó un ejemplo tangible de que se puede ser genuino y virtuoso, candoroso y valiente, inocente y firme.


Es el paradigma más persuasivo que yo he tenido de lo que es ser heroicos, siguiendo la senda que marcaba él, de ascetismo, de renuncia, de seriedad, de moral incorruptible y de belleza espiritual absolutas.





19. Sus pies
rozaban las nubes




Además, él no predicaba, no era cucufato. No imponía ritos ni formalidades. En eso era escueto y libre. Creía que bastaba con ser auténticamente niños para estar ya en el reino de Dios.


De él viene en mí ese aprecio, admiración y consideración terminante a lo que es valorar la infancia y ser combatiente.


Los ejemplos de los jóvenes mayores de mi generación era hacerse infames.


Tuvo que llegar él para tener otro referente, un modelo convincente por la senda del bien y hasta de lo sublime. Pero, además, con la entereza, con la brillantez y la hombría que él lucía.


Sus pies al hacer las barras, apuntando al cielo azulino, nos parecía que rozaban las nubes blancas, que las hacían pasar más rápidas. Aquella tensión suprema puesta en atrapar lo valioso y trascendente, es la imagen más imborrable que tengo yo en mi memoria, en mi mente y en mi alma.





20. Enamorado
de lo divino




¿Qué es lo que yo finalmente más admiré y admiro en el Padre Fernando Rojas?


La fascinación por lo divino, y el enamoramiento por todo lo que es moral, que corrige lo oscuro del hombre. Y el amor que enmienda lo salvaje de la moral.


Él no es un predicador de normas o cánones. Los ritos los asume personalmente, pero no los impone y no los predica.


Porque es difícil deambular como un ser cotidiano y aspirar a todo lo puro. E ir detrás de todo lo santo.


Que por ser así ya no es ir detrás sino adelante.


El está, lo estuvo siempre, enamorado de todo lo que es celestial. Y en eso se lo siente como si hubiera nacido para ello. Pero a la vez se lo constata hacer un esfuerzo supremo que lo renueva cada día.


Es un apasionado de todo lo que estuviera, desde el lado humano, más cerca de Dios.





21. La fuerza
de la verdad




Pero un rasgo mayor: elige la alegría interna, la fortaleza sosegada, la limpidez imposibles de herir, ni siquiera de aprisionar, mucho menos de mancillar y en absoluto de vencer: ni con armas, ni con improperios, ni con combas, ni palas mecánicas.


¿De dónde recibe la claridad para actuar de manera tan natural y a la vez para ser tan absoluto? Solo de Dios.


Solo Dios puede permitir a alguien ser tan puro y bello, tan sacrificado y tajante, al punto de ser pura luz.


Y representar ante nuestros ojos admirados la fuerza de la verdad y los principios acrisolados.


Y Dios se expresa más en lo natural y sencillo, en lo humilde y en los pobres. Que es aquello que don Fernando elige en la vida.





22. Ya estuvo
en el Paraíso




Es él perteneciente a un mundo límpido y cristalino: ámbito de guerreros y luchadores, de titanes de nobleza y raigambres sin par.


En él veíamos y vemos ahora la faz de lo que es un ser auténtico, sin tachaduras ni dobleces; sin tapujos ni reticencias.


Él es para nosotros: verdad en todo.


Se transparenta en sus actos que él es un heraldo del cielo, que es alguien que ya estuvo en el Paraíso. Por lo menos sus raíces ya estaban desde antes allí.


Y que ha venido a estar aquí para cumplir una misión con nosotros en nombre de Cristo, su Señor y Dios, su bastión.


Y, a través de él, se derrame alguna misericordia hacia nosotros.









Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente




Teléfonos: 420-3343 y 420-3860





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Correo de Salem: El cura de Chepén
08.06.08 04:53. Archivado en Actualidad




Por Eduardo González Viaña (*)

En agonías, hace treinta años, mi abuela Filomena musitó al oído del sacerdote que la asistía: -Padre, padre. ¿Ve a esa señora que está en la sala? Es la Muerte. Ofrézcale un refresco o sírvale un traguito, de esos que están guardados para mi velorio. ¡Pobrecita! Debe de estar muy cansada… ¡Con el trabajo que hace cada noche!

Fernando Rojas Morey, el párroco de Chepén, miró hacia la sala y no vio a nadie. Sin embargo, para no contrariar los deseos de la anciana, llenó un vaso con limonada, caminó hasta la sala, dejó la bebida sobre mesa de centro y fingió un diálogo en voz alta con la dama que a todos nos ha de visitar algún día. Cuando volvió al cuarto, su feligresa dormía agradecida y apacible.

El padre Fernando celebra en estos días cincuenta años como sacerdote, cuarenta y cinco de los cuales los ha pasado en Chepén. Durante todo ese tiempo, su cristianismo ha consistido –como el de la Madre Teresa de Calcuta- en animar a la gente a realizar obras de amor, y asumir eso como la mejor manera de acercarse a Dios.

Santo y rebelde- comprometido con los pobres- el cura de Chepén entendió siempre

que la pobreza es un mal diabólico y, además, el resultado de la opresión de algunos individuos sobre otros. Por eso, muchas veces le oímos decir que la pobreza, que deshumaniza al ser humano, es una ofensa contra el cielo. Trabajar para abolir la pobreza- añadía- es trabajar por el Reino de Dios.

No se quedó en las palabras. Cuando comenzó su ministerio, los chepenanos lo vieron alzando adobes y colocándolos uno encima del otro para dar el ejemplo a los grupos de familias que ansiaban tener una escuela, una panadería o una radio de propiedad comunitaria. Bien puede decirse que los doce comedores parroquiales –que ahora existen-han sido levantados por el padre Fernando con sus propias manos.

Chepén es la ciudad más grande del valle del río Jequetepeque. A pesar de que la región abastece tradicionalmente de arroz a todo el Perú, nueve de cada diez jóvenes estaban entonces condenados – por sus carencias económicas- a quedarse en la educación primaria, trabajar en los meses de siembra y cosecha y vagabundear por las calles todo el resto del año.

Con ellos a su lado, fundó el sacerdote el Instituto San Juan Bosco que, además de centro de estudios, lo es también de trabajo y de producción porque lleva a sus alumnos desde las primeras clases hasta diversas especialidades técnicas.

Eso no fue todo: toda una universidad salió de la parroquia de Chepén. El padre Fernando vendió su Volkswagen y la casita que iba a servirle de hogar para sus últimos años, y se empeñó hasta la camisa para fundar – a fin de que sus muchachos tuvieran estudios superiores gratuitos- la Universidad Juan XXIII.

Fuerzas interesadas y muy superiores a las suyas le cerraron el claustro cuando ya tenía seis años de funcionamiento. Sin embargo, no podía quejarse: en ese breve tiempo, ya había logrado formar dos promociones de ingenieros de sistemas, ingenieros agroindustriales, enfermeros y administradores.

¿Se detendría en el terreno de la educación? ¡No, de ninguna manera! Tenía que hacer algo por los campesinos sin tierras. Durante casi un año, el cura de Chepén recorrió una y otra vez los terrenos del desierto próximos al valle. Por fin encontró uno, sin rocas y fácil de nivelar. Allí fundó la cooperativa agraria “Tahuantinsuyo”.

¿Y el agua? Esas tierras no tenían dueño porque carecían de riego. ¿Qué iba a hacer para obtener el agua?

No agitó una vara contra el cielo ni clamó a Dios en el desierto porque es un profeta moderno. Más realista –y también más quijotesco- pensó en los molinos de viento. Nadie los había usado, pero Fernando los impuso. Con el auxilio de parroquias alemanas no necesariamente católicas y su empeño formidable, llegó el día en que el viento hizo girar las astas de los molinos y el agua comenzó a fluir hasta la superficie.

Fernando entregó luego las tierras a sus amados campesinos pobres. En muy poco tiempo, una gran empresa teñía de verde lo que antes había sido desierto. En estos días, la floreciente empresa cumplirá 35 años.

“Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.”- decía San Agustín. Algunos ricos ambiciosos quisieron quitarle las tierras a la “Tahuantinsuyo”, y se enfrentaron a su fundador. En vista de que no podían comprarlo, lo amenazaron de muerte. Por fin, fueron de las cartas anónimas a la vía de los hechos.

Necesitaban de alguien que gozara de inmunidad, y por unas cuantas monedas compraron al comando de asesinos “Rodrigo Franco”. Un grupo de ellos llegó de noche a Chepén y se apostó en las inmediaciones de la iglesia. En las primeras horas de la madrugada rodearon la parroquia con potentes cargas de dinamita. A las dos de la mañana, la casa donde dormía el sacerdote voló por los aires. ¿Y el padre Fernando? … Cuando faltaban cinco minutos para esa hora, había salido a toda prisa y por otra puerta para atender a un moribundo que reclamaba sus últimos auxilios.

Esta historia no se termina de contar porque en estos momentos el cura de Chepén construye una nueva ciudad. “Nuevo Monte Grande” se llama, y los tractores ya han nivelado cien hectáreas de lo que va a ser un saludable asentamiento humano para las familias que no tienen ahora un metro de tierra donde poner una mesa, una cocina y algunas camas.

La que sí puedo terminar de narrar es la historia de doña Filomena.

No murió ese día mi abuelita. Se tardó un par de semanas más antes volar hacia el cielo, y durante ese tiempo tuvimos ella y yo la oportunidad de reírnos un poco.

-¡Se la hice, se la hice!- me contó- ¿Te acuerdas de la broma que pensábamos hacerle? El padre Fernando es un inocente.- añadió. -¡Imagínate que ir a la sala para ofrecerle una limonada a la Muerte! No se dio cuenta que yo le estaba haciendo una broma.

Reímos un buen rato y, luego, mi abuelita insistió:
-Inocente… como deben ser los santos y los rebeldes.

Esta tarde voy a telefonear al padre Fernando. Lo llamaré para que me confiese ya que es uno de los pocos sacerdotes que me absuelven. Y le rogaré que rece una oración por mi abuelita y por mí, por la broma que ella y yo le hicimos hace treinta años.






Comentarios

Comentario por jenny urbina Manosalva 14.02.09 03:29
La vida esta construida de recuerdos, y de recuerdos hermosos que al mirar esta impactante foto y ver la carita bella de mi madre junto, a la del padre Fernando Rojas que desde pequeña le escuchaba la misa , y siempre sus palabras de prosperidad para cada uno de los asistentes , como no recordarle que hasta su voz siento hoy en mi, y al reconocer a cada una de estas damas que le acompañan en la fé y el amor al projimo que estan en esta foto que plasma la union y solidaridad de un pueblo religiosos, por que no recordar las brillantes misas que domingo tras domingo se escuchaba para luego salir y pasear con nuestras amigas y luego llegaba el dia lunes y surgian algunos comentarios sobre la misa del día anterior. Por su puesto era la reflexion de la madre Irene, o la madre Teresa ....Hermosos recuerdos que nunca se olvidan .


◦Comentario por Luis Sifuentes Arrascue 24.10.08 20:35
Tengo la inmensa felicidad de hacer el primer comentario sobre lo que significó el Padre Fernando para mí y seguro para muchos cientos de niños y jóvenes que tuvieron la dicha y felicidad de cruzarnos en su camino y vida, por la formación ética y moral que nos supo inculcar y que han servido para caminar por esta vida,ahora con falta de principios y valores, pero que transmitimos con orgullo lo que él nos enseñó y que ha permitido la buena formación de nuestras familias y la cercanía de nuestros amigos. Mi gratitud eterna al Padre Fernando y que Dios lo bendiga e ilumine por siempre.
Luis Sifuentes Arrascue:Primera Promoción con el Padre Fernando ( 1,963-1,1967)en la GUE CGN.



Comentario por Gabriel Pacheco 08.07.08 09:57
Querido Eduardo: La historia del padre Fernando Rojas Morey constituye un ejemplo. Reabrirían la Universidad? No quiero prometer lo que no he de cumplir. Pero me gustaría ir a Chepén a conocer al cura, pues es un santo.

Gabriel Pacheco


Comentario por José Luis Mejía 09.06.08 04:58
Eduardo, un correo hermosísimo y emocionante. Celebro, también, la vida del cura de Chepén, cuyo sacerdocio enaltece lo que tantos han envilecido en nombre del dios de nuestros abuelos.Un gran abrazo desde esta distancia que solo es casual y geográfica, como lo son las distancias entre amigos.


Comentario por José Luis Mejía 09.06.08 04:57
Eduardo, un correo hermosísimo y emocionante. Celebro, también, la vida del cura de Chepén, cuyo sacerdocio enaltece lo que tantos han envilecido en nombre del dios de nuestros abuelos.Un gran abrazo desde esta distancia que solo es casual y geográfica, como lo son las distancias entre amigos.


Comentario por Angela Mathews, Boston 08.06.08 19:24
Un gran hombre pintado por un gran escritor!
Soy una colombiana emigrante. Soy arquitecta en Boston y me devoro el PERIODISTA LATINO. Los textos de Gonzalez Viaña me traen como recuerdos amados los personajes y los valores humanos de nuestra América Latina.


◦Comentario por Carlos Linares 08.06.08 19:17
Gracias, Eduardo! El padre es para mí:
Un líder a quien imitar por su pureza y dulzura.
Un ejemplo de vida.
El remodelado templo.
Los retiros espirituales.
Los paseos y las excursiones a diferentes sitios.
Las obras teatrales.
Los carros alegóricos para la semana de Chepén.
La biblioteca
La casa de la Cultura
La Casa Comunal.
Las guarderías.
El ejército de acólitos que nunca faltaron a misa.
El envío de jóvenes a los Seminarios de Trujillo y Cajamarca para estudiar Teología.
Radio San Sebastián.
Las guarderías.
La Farmacia
El Centro Médico.
Una clínica dental
Las capillas de los alrededores y las misiones.
La cooperativa agraria Tahuantinsuyo
Los reubicados de Nuevo Montegrande
La ONG CESDER
El Instituto Juan Bosco
La Unversidad Juan XXIII
Un centro de capacitación a menores abandonados en Villa Leticia de Monseñor Alegría



Comentario por Beethoven Medina 08.06.08 19:10
Entrañable Eduardo:
Cuánta maestría hay en tu prosa. Te aplaudo.
Nuestro amado padre Fernando merece un reconocimiento de todo su pueblo, al cual pertenecemos.
Trabajé en Chepén desde 1996 hasta 2002, estuve observándole y acompañándolo en algunas tareas, entre ellas, la Universidad Juan XXIII, en donde inicié mi labor de docente universitario.
Para presentar sus libros,-Fernando es también un poeta- he vuelto a Chepén y viajé a Trujillo. Debemos destacar su obra literaria.
Gracias por recordar a nuestro Padre Fernando. Pídele por favor, que también me permita confesarme antes que Sarita Venga Volando y me pongas como personaje de EL CORRIDO DE DANTE.



◦Comentario por Matías Pascual, Sevilla 08.06.08 17:22
Gracias, padre Fernando, por hacernos ver lo que es de verdad el cristianismo. En el Evangelio, Jesús nos hace ver que un acto de amor vale mucho más que mil ceremonias religiosas.
Por mi parte, soy cristiano, budista, musulmán, judío o cualquiera de las formas que el hombre usa para hablar con Dios.
Con usted, entiendo que el mejor idioma es el del amor.


Comentario por Aurora Soledad del Real 08.06.08 17:14
PRECIOSO! Muchas gracias por escribir cosas tan positivas,en estos tiempos en que las noticias son tan horribles que no se pueden ver...


◦Comentario por Marina Martínez 08.06.08 11:50
Es maravilloso saber que hay cristianos como el padre Fernando. Su ejemplo me hace perseverar en la religión de mis mayores. !Cómo me gustaría haber nacido en Chepén!
Soy mexicana, inmigrante en los Estados Unidos. Leo todo loq ue escribe Gonzalez Viaña porque siempre escoge temas basados en los valores humanos. Su novela EL CORRIDO DE DANTE es-en nuestra casa- el libro preferido.


◦Comentario por Valerio Marroquín 08.06.08 11:43
!Esta es la iglesia que quiero! !La de los sacerdotes humildes y valientes! No la de los absurdos obispos que se venden a los dictadores y a los ricos.
Una vida ejemplar en las palabras de un escritor irrepetible.


Comentario por Marcelo Rivera 08.06.08 11:38
!Qué vida tan asombrosa! Los periódicos del Perú sólo nos hablan de representantes que abalean a perros, de periodistas vendidos, de escritores alcohólicos. !Cuándo tendremos derecho a que nos hablen del Padre Fernando! !cuándo nos permitirán leer a escritores obsesionados por la condición humana como Gonzalez Viaña!


◦Comentario por Alberto Conde 08.06.08 11:33
Abolir la pobreza para entrar en el reino de Dios: éstas palabars resumen bien la vida de un cristiano como el Padre Fernando.
Aunque no lo conozco personalmente, es para mí un ejemplo de vida.
Otra vez, la pluma de Gonzalez Viaña nos fascina.



FUENTE:http://blogs.periodistadigital.com/emigrantes.php/2008/06/08/correo-de-salem-el-cura-de-chepen

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