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miércoles, 8 de diciembre de 2010

HOMENAJE A ELVIRA, A SUS 92 AÑOS

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

INVITACIÓN
DE HONOR

VIERNES 10 DE DICIEMBRE. 6.30 PM
INSTITUTO CULTURAL PERUANO
NORTEAMERICANO DE MIRAFLORES

HOMENAJE
A ELVIRA, A
SUS 92 AÑOS

PRECES:
JUVENAL SÁNCHEZ LIHÓN
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ

PRESENTACIÓN
DEL LIBRO:

PIEDRA
BRAVÍA

DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

PANEL:

RICARDO DOLORIER
EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA
OSWALDO REYNOSO
WALTER VÁSQUEZ VEJARANO
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS

CONDUCCIÓN:

RAMÓN NORIEGA TORERO
MANUEL RUIZ PAREDES

Av. Angamos 120, Oeste, Miraflores,
Esquina con la Av. Arequipa. Lima Perú
INSTITUTO CULTURAL PERUANO
NORTEAMERICANO DE MIRAFLORES

Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia

Vino de honor

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
capulivallejoysutierra@hotmail.com
planlector@hotmail.com

ºººººººººº

PLAN LECTOR
PLIEGOS
DE LECTURA


Y YO,
JUNTOS

Danilo Sánchez Lihón



1. Con nuestras
manos unidas

Recuerdo madre, cuando yo era niño, la vez que hicimos un camino para que la gente pasara por una calle sin veredas, que solía hacerse un lodazal desde una a la otra pared con las lluvias de febrero y de marzo.

De noche, tus hijos cargábamos piedras y te las íbamos pasando mientras tú, ya sin pañolón, que habías tirado hacia un costado, te inclinabas hacia adelante y ponías paso a paso sitios en donde asentar los pies, que luego rellenábamos con piedras grandes y después pequeñas, hasta hacer un sendero seco, alineado y parejo.

Ahí mismo trazabas las dos aceras, los bordes de las acequias, por dónde debía correr el agua que se empozaba, deslizándose ahora obediente y apacible, yendo calle abajo, alcantarillado que también íbamos empedrando con nuestras manos pequeñas.

Al otro día veíamos con gusto cómo la gente humilde, y también la otra ufana, soberbia e indiferente, lo usaban con holgura.

Pero igual, lo usan ya los niños, los ancianos, las mujeres, los varones y, en general, todas las personas que transitan por estas veredas.

2. No es una
o dos

Calzadas que desde entonces ya son tuyas y nuestras por llevarlas incrustadas en nuestra alma, por haberlas hecho unidos y confidentes.

– ¡Qué raro! –Dicen unos, parándose al borde de la acera reciente que tientan con los pies para saber que si está firme–. ¡Ayer todo esto era un pantano! Y, sin embargo, ahora está empedrado. Además, con una acequia continua por donde corre el agua transparente. ¡Qué raro! ¿Quién hizo esto? ¿El Municipio? ¡No! Hubiera tardado un mes en traer los materiales. Otro mes hubiera desmontado piedra tras piedra obstruyendo la calle. Otro mes hubieran revisado y cuestionado los planos. O, ¿dónde estoy? ¿No estaré soñando? ¿He pasado ayer por aquí? ¡Claro que he pasado! O, mejor dicho: no pude pasar. Y ahora no solo puedo sino que me detengo. ¡Qué raro! ¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Que en la noche alguien haya hecho esto? ¡Imposible! ¡Cómo va a ser! En este frío que cala los huesos. ¡O ya estoy desvariando!

Así dialogan consigo mismos la gente, y no es una o dos personas sino muchos.

3. Hundidos
los pies

Veían la calle empedrada donde antes era un pantano y hablaban sorprendidos.

¿Quién lo hacía?

Tú mamá, con tu parvada de chiquillos que te seguimos a todas partes entusiastas y convencidos de todo lo que emprendas.

Tú siempre adelante, a veces oculta en la oscuridad, como esta vez en que yo solo veo tus brazos desnudos en pleno frío, estirando el cuerpo para dejar caer la piedra en pleno barro estancado, tu falda arremangada, hundidos los pies dentro del agua helada, que solo tu alegría convertía en pedestal o peaña. Y tú el bronce y la estatua que se erige.

– ¿Y por qué no llamamos a papá para que nos ayude?

– No. –Dices tú tajante–. ¡A él déjenlo leer! Para eso hemos salido, para que no le hagan bulla.

Recién ahora lo advierto: En el fondo, haciendo estos caminos en la tierra, le estabas protegiendo para que él los haga en la educación, en el arte y en los sueños.

4. Trazar
una senda

– ¡Alcancen más piedras! –Exclamas.

– Ya no hay más.

– Entonces vamos a traerlas de esas calles de arriba, por donde están tiradas. La pobre gente y hasta los animales se tropiezan en ellas.

Y allá subimos contigo y bajamos cada uno con la más grande en los hombros.

Al amanecer la calle ya es una vía transitable.

Caminos que nadie sabe cómo han surgido de la noche a la mañana, pero que ahora los siguen seguros y confiados.

Así, nos enseñaste a cómo conducir el agua de las lluvias y tempestades, pero más aún: a cómo hacer rutas y senderos posibles en esta vida.

Y a servir, sin que se sepa quién había hecho el bien de trazar una senda donde antes había un fangal y una ciénaga.

5. Por
aquí

Recuerdo también, aún con miedo, que a los conejos que criamos en casa no les queda ya comida para esta noche ni menos para el día siguiente. ¡Y chillan desesperados de hambre!

Entonces, con el sol ya oculto, te echas el pañolón a la espalda y nos vamos a traer hierbas del campo. Y esto ocurre a una hora en que ya se anuncian las sombras.

Dejamos las últimas casas al final del pueblo. Y vamos por unas chacras sembradas de trigo, maíz y cebada. Pasamos “La Pera” y avanzamos en dirección a la quebrada que hay al pie de “Las Tierras Amarillas”.

Por aquí hay unos estanques que se llenan de berros, hierbabuena y azucenas.

Aún así. Por más que buscamos no encontramos forrajes que comieran los conejos.

Pero, al fondo hay una poza grande y misteriosa, de aguas verdosas y quietas.

6. El titilar
de las estrellas

Todos los grillos cantan a esta hora haciendo intrincada y conmovida la noche.

Al borde de ese gran estanque cubierto por la maleza, subiendo ya por el cerro, ¡divisamos ya a oscuras una mata coposa de acelgas!

¡Pero es monte y todo allí está mojado y resbaloso por la lluvia!

Entonces tú, agarrándote de unas ramas titubeantes, te empinas más y más.

Y casi tu cuerpo está suspendido sobre las aguas fantasmales.

Yo temo, angustiado, que te caigas hundiéndote en ese espejo insondable.

Y vas arrancando una a una como puedes todas las acelgas; que las vas tirando y yo las voy recogiendo hasta llenar dos o tres costales.

Y con ellos regresamos abrazados, ya contentos, conversando, con el fondo del croar de los sapos.

Jugueteando con la mano libre tratamos de rozar las lucecitas de las luciérnagas y el titilar de las estrellas en el cielo severo de septiembre.

7. Porque
así ha sido

En tu última carta, mamá, me cuentas que has soñado que yo te llevo por un sendero.

Que por allí vamos cogidos ambos de las manos.

Pero algo, según refieres, nos detiene, nos hace caer y después, los dos, nos buscamos sin encontrarnos.

Mis manos, mamá, en primer lugar, siempre van cogidas de las tuyas.

Y siempre serán las de tu hijo y las de un niño.

Después... es cierto: yo me arriesgo en la vida.

– Tú me enseñaste eso, mamá: dar todo de valor que pueda exigirnos el destino.

¿Y cuántas veces de niño por curiosidad no te habré arrastrado con porfía por senderos intrincados? Porque, así ha sido.

Y todo eso a fin de que me lleves o vayamos hacia algo que me pareció bueno y resultó equivocado. Hacia algo que fue doloroso o triste experimentarlo.

¿Y sin ver ni reparar yo en el hoyo acechante que se abría a nuestros pies?

8. Me cogeré
a tus manos

Pero, está bien que yo caiga, porque me lo merezco, pero no tú, mamá.

Me da pena, y siento a la vez una profunda ternura hacia ti por estar todavía conmigo por estas grietas y hendeduras.

Cariño por estar en estos lances siempre unidos; a tan altas horas de la noche y desde tan lejos, en tu desvelo.

Y, por último, mamá, yo me encontraré a gritos contigo sea donde fuera.

No nos perderemos jamás, incluso en el infinito, deambulando ya como grumos de polvo entre las estrellas.

Me cogeré a tus manos hasta cuando sea la partícula más ínfima de ceniza en que se conviertan mis huesos, mis pálpitos y mis ojos.

Siénteme así, mamá. Seré una ñisca, la cascarita leve de un grano de trigo a tu lado.

O la hojuela de la tenue cebada puesta a secar, unida por alguna orilla al ser que le da sentido.

Radiante y contento contigo ante el sol, la luna o los luceros.

Porque, ¿en qué me convertiré? Sino en una poñita de luz a tu lado.

9. ¿Te
acuerdas?

Me cuentas que sueñas que los dos caminamos por un lugar desconocido y lloramos.

Debe ser por algo que tú y yo hemos anhelado mucho, hecho juntos. ¡Y que se ha cumplido!

¿Recuerdas cuando nos proponíamos hacer un dulce para toda la familia y no había ni harina ni azúcar, y yo lo conseguía?

¡No ha de ser por nada malo, mamá!

¿Te acuerdas que era así de niño?

Cuando el aviar en la casa no alcanzaba y sin tener para comer ese día trepaba a algún terrado y ya teníamos algo que ofrecer a mis hermanos pequeños, sin que se entere el pobre y digno papá.

No estés triste, mamá.

Lloramos sí, pero de alegría.

Por algo que sin duda es hermoso. Quizá incluso chistoso, aunque haya sido arriesgado obtenerlo.

10. Tú y yo
juntos

Como cuando busco y traigo muy de noche higos, ciruelas o limones. Esos que parecen sidras.

¡Porque de eso te has antojado en tu embarazo! Y el problema es ¡donde conseguirlo a estas horas y a oscuras en que tú le lloras a papá!

Entonces yo me pongo un abrigo y sé qué puerta del pueblo ir a tocar.

– ¿A estas horas? –Me reprochan con voz airada desde dentro.

– ¡Es por antojo de mi mamá que está encinta!

Se demoran en abrir en este frío que cala los huesos, pero al final me lo entregan enternecidos

Pero, gracias por seguir tan abrazados, tú y yo juntos, hasta esta edad. Después de todo tú eres mi mamá y yo soy tu hijo querido. Aunque no está bien que te haga sufrir así.

Pero tú estás lejos y hasta ahí no alcanza a llegar ni mi llanto ni mi congoja. Aunque sé que para una madre no hay hijo que enmudezca, ni voz que le sea escondida.

11. Por oscuros
atajos

A mis hermanos les dices que se preocupen por mí. ¡Que algo me ocurre!

Porque al hablar por teléfono sientes que mi voz es triste y se quiebra.

Mamá, estoy bien.

Mi lógica –te lo estoy demostrando– es firme, y mi corazón es fuerte. Aunque haya un acento que escape a todo dominio y un tono que nos traicione.

Confía en que tu pequeño sabrá salir adelante, que ha hollado y vencido de niño parajes adustos.

Que ha corrido veloz por oscuros atajos.

¡Tú me has abrazado y besado tanto por eso!

Que tu pequeño ha golpeado y ha abierto con sus pasos menudos y puños temblorosos baldosas terribles.

Que ha superado intrincados obstáculos.

¿Te acuerdas cómo he conseguido remedios para tus ataques de pecho o tus dolores de vientre?

12. Ya
no llores

¿Te acuerdas, madre?

También te consta, por que tú me has tenido en tu vientre, que mi pulso es bueno, mi pálpito es perfecto y mi ilusión invencible.

Y, muy al fondo, hasta pareciera que sonrío.

Ten por seguro que mi alma está directamente conectada a los oídos de tu corazón.

Que mis manos –¡que tú has acariciado tanto y besado mucho, que las has sujetado orando, hundidas en la cuenca de tus ojos detrás de tus párpados!– como siempre están limpias, atentas y son valerosas.

Que tu pequeño sabe enfrentar desafíos, encrucijadas y peligros.

Y mi ser, pese al cierzo y la borrasca, pese a la horrenda niebla que se cierne, está lleno de esperanza.

Y, te ruego, ya no llores, mamá, ni estés triste por mi culpa.

Tuyo es mi corazón y estas manos que tanto besaste y que defenderán todo lo bueno que tú me enseñaste.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos: 420-3343 y 420-3860

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sábado, 27 de noviembre de 2010

HOMENAJE A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

SÁBADO 27 DE NOVIEMBRE. 7 PM

CONMEMORACIÓN
DE UN ANIVERSARIO DE
SU DESAPARICIÓN FÍSICA:

HOMENAJE
A JOSÉ MARÍA
ARGUEDAS

CONFERENCIA
MAGISTRAL

ANTONIO MUÑOZ MONGE

“Los pueblos del Perú
en la literatura
de José María Arguedas”

SÁBADO 27 DE NOVIEMBRE,
2010, 7.00 P.M.

Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 2 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República

Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
capulivallejoysutierra@hotmail.com
planlector@hotmail.com

ºººººººººº

PLAN LECTOR
PLIEGOS
DE LECTURA

LA FIESTA
DEL ALMA
EN ARGUEDAS

Danilo Sánchez Lihón

1. La única chispa
que puedo encender

En el "¿Último diario?", que integra la obra El zorro de arriba y el zorro de abajo, José María Arguedas nos dice:

“... si el balazo se da y acierta. Estoy seguro que es ya la única chispa que puedo encender...”.

Aquel balazo se dio. Encendió aquella chispa, para lo cual también se necesita valor, disparándose en su oficina de la Universidad Nacional Agraria.

Se disparó un balazo en la sien, el 28 de noviembre del año 1969, muriendo 4 días después, el 2 de diciembre.

Nos dejaba incluso en ese acto un mensaje irredento con el telón de fondo de la tragedia y la epopeya que es el Perú.

La única luz, fuego, pulso y calor de ese fuego eso sí arderá eternamente en toda conciencia y sentimiento que se relacione a nuestro país.

Será siempre una bala volando en el aire, y punto clave de reflexión en relación a nuestra realidad, nuestra cultura y nuestro destino como personas y como colectividad.

Porque nos confesó también que todos los latidos de su vida eran de amor, devoción y consagración al Perú.

2. Yo la leí
y le creí

Reproduzco aquí este sencillo homenaje por su carácter íntimo y en soledad, que le rinde Eduardo Galeano, en “El libro de los abrazos”. Dice:

Yo estaba regresando a Montevideo, al cabo de un viaje. De dónde venía, no recuerdo, pero sí recuerdo que en el avión había leído El zorro de arriba, y el zorro de abajo, la novela final de José María Arguedas.

Arguedas había empezado a escribir ese adiós a la vida el día que decidió matarse, y la novela era su largo y desesperado testamento. Yo la leí y le creí, desde la primera página le creí: aunque no conocía a ese hombre, le creí corno si fuera mi siempre amigo.

En El zorro, Arguedas había dedicado a Onetti el más alto elogio que un escritor pueda brindar a otro escritor: había escrito que estaba en Santiago de Chile, pero que en realidad quería estar en Montevideo, para encontrarse con Onetti y apretarle la mano con que escribe.

En casa de Onetti, se lo comenté. Él no sabía. La novela, recién publicada, no había llegado todavía a Montevideo. Se lo comenté, y Onetti quedó callado. Hacía bien poco que Arguedas se había partido la cabeza de un balazo.

Los dos estuvimos mucho tiempo, minutos o años, en silencio. Después yo dije algo, pregunté algo, y Onetti no contestó. Entonces alcé los ojos y le vi aquel tajo de humedad que le atravesaba la cara.

3. El principio
y el fin

Pero, volviendo a aquellas palabras que José María Arguedas dejó escritas en El zorro de arriba y el zorro de abajo, a continuación de la cita que hacíamos, allí mismo nos dice:

“...Quizá conmigo empieza a cerrarse un ciclo y a abrirse otro en el Perú... se cierra el de la calandria consoladora, del azote, del arrieraje, del odio impotente, de los fúnebres “alzamientos”, del temor a Dios y del predominio de ese Dios y sus protegidos, sus fabricantes; se abre el de la luz y de la fuerza liberadora invencible del hombre de Vietnam, el de la calandria de fuego, el de Dios liberador, Aquel que se reintegra. Vallejo era el principio y el fin”.

Es inmensa y conmovedora aquí esta revelación contundente y absoluta con relación a César Vallejo en la víspera de morir y en su carta de despedida, diciendo en aquel testamento que era el principio y el fin, trazando su arco de alianza con él.

Y en otro momento afirma:

Fue leyendo a Mariátegui… que encontré un orden permanente en las cosas.

4. Los tres jircas
y apus tutelares

Y allí tenemos inhiestas a las tres montañas tutelares. Y es que ellos tres son seres con trasfondo mítico, con raíces milenarias, con ancestro cósmico.

Son seres que han fijado su residencia permanente en la tierra, que están incrustados a la gleba fértil como a los peñascos, al grumo de roca y al cielo azulino.

Y son así para mejor retar a los abrojos, desde donde miran y nos permiten mirar el infinito y lo entrañable de la condición del hombre sobre la faz de la tierra.

Ellos son Vallejo, Mariátegui y Arguedas nuestros apus tutelares, ejes fundamentales de nuestra identidad, tres próceres y mártires.

Tres hombres de una ética sin dobleces, que jamás claudicaron ni al mercado, ni a la propaganda, ni a la impostura.

De allí que yo proponga embelesarnos con las notas sollozantes y a la vez jubilosas de nuestra música andina, como homenaje a José María Arguedas en ocasión de conmemorarse un aniversario más de la muerte de este hombre inmenso.

Es él apu tutelar nuestro, flor translúcida de pisonay, río profundo más que todos los ríos abismales del planeta. Y humana fortaleza solo comparable al Sacsayhuamán.

5. La más honda
y bravía ternura

Y así, con él nos damos cuenta ¡de cuánto de grande y cuánto de dolido es el Perú! De cuanto de oro y ceniza hay en él.

En el Perú: país cumbre y abismo, picacho y cañada. Desierto y cuenca paradisíaca. Río inconmensurable y huella de que por aquí, por este arenal y por esos pedruscos cruzó alguna vez un río.

José María Arguedas declaró en una conversación:

“Por circunstancias adversas fui obligado a vivir con los domésticos indios y a hacer algunos de los trabajos de los domésticos en la primera infancia. Recorrí los campos e hice las faenas de los campesinos bajo el infinito amparo de los comuneros quechuas. La más honda y bravía ternura, el odio más profundo se vertía en el lenguaje de mis protectores; el amor más puro, que hace de quien lo ha recibido un individuo absolutamente inmune al escepticismo. No conocí gente más sabia y fuerte.”

Y ese es el mundo con el cual hemos de sintonizar. Esa es la reserva moral del Perú. Es ese el manantial al cual se consagra Capulí, Vallejo y su Tierra.

6. Gané el mote
de "zonzo"

Y luego explica:

...para el hombre quechua monolingüe, el mundo está vivo; no hay mucha diferencia, en cuanto se es ser vivo, entre una montaña, un insecto, una piedra inmensa y el ser humano. No hay, por tanto, muchos límites entre lo maravilloso y lo real. Una montaña es dios, un río es dios, el ciempiés tiene virtudes sobrenaturales”.

Y en carta que le escribe a Emilio Adolfo Westphalen, y pese a su desgracia es colosal y tremendo que pueda contar y precisar lo siguiente:

"Nadie ha sido más feliz que yo. Nadie, ni tú. ¿Te acuerdas cuando al oír la quena esa y la danza de coro de hombres, quena y wankar, que oímos en tu pieza de la universidad, tuvimos la evidencia de que los creadores de esa música eran algo más grande que todo lo grande que habíamos oídos hasta entonces? Pasé mi niñez siguiendo a bailarines y músicos de esas danzas, siguiéndolos noches de noches, imitándolos, hasta que gané el mote de "zonzo" que mi propio padre y hermano me lo aplicaban con todo convencimiento".

Y es que la música en particular y en general el arte son manifestaciones primigenias y espontáneas en el mundo andino.

7. Porque
voy a estar bailando

Por eso, el homenaje que podemos rendirle a José María hoy día, 18 de enero, es escuchando la música de nuestros pueblos de origen, poniendo cerca a nuestro oído y muy dentro de nuestro corazón los acordes, por ejemplo, de una banda de músicos de nuestras aldeas nativas.

Porque en vida José María caminó detrás de músicos y danzantes, pero de muerto va adelante de ellos.

Delante porque detrás de su ataúd lo acompañarán siempre sus amigos músicos Jaime Guardia, Máximo Damián y Luis Durand, tocando el charango, el violín y el arpa. Como contorsionándose de dolor y júbilo al mismo tiempo van también en ese cortejo los danzantes de tijeras.

Así la muerte es para siempre exorcizada por algo que está mucho más allá y más acá de ella, como es el dolor y la esperanza fusionadas:

“Tardará aún la chiririnka que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando”.

Ahora él va presidiendo la comitiva. De niño él iba detrás. Ahora el va adelante. ¿No hay aquí un ritual y una consigna?

Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos: 420-3343 y 420-3860

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CANTAR DE MACHU PICCHU

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

EN DEFENSA
DE NUESTRO
PATRIMONIO

CANTAR
DE MACHU
PICCHU

ADHESIÓN AL XXI
ENCUENTRO
INTERNACIONAL
DE LA ASOCIACIÓN
LATINOAMERICANA
DE POETAS,ESCRITORES
Y ARTISTAS,ASOLAPO,
EN EL CUZCO, PERÚ,
26 AL 28 DE NOVIEMBRE

PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA

MACHU PICCHU,
MÁS ALLÁ DE TI
NO HAY NADA

(Canto Moral)

Danilo Sánchez Lihón

1. MÁS ALLÁ

Machu Picchu,
más allá de ti no hay nada.
Ya no
se sube ni se baja. Ni se va
ni se viene.
Ni se halla ni se pierde. Ya,
después de ti,
nada se aleja ni se allega,
porque
tú eres el principio y el fin,
la trascendencia.

Todo
anida contigo. Contienes
lo vasto
y lo mínimo; lo anchuroso
y afilado;
lo que es útil y lo que aún
es
indescifrado. En ti es donde
moran
y habitan el para qué, quién,
dónde, el
cómo y cuándo. Eso sí, ¡no
el quizás! En ti
está la casa, altar y morada
de los dioses.


eres la evidencia concreta
de lo abstracto
esclarecida en piedra para
mayor
prueba, argumento y efecto;
señal
de que los dioses sí existen;
testimonio
irrefutable que en el hombre
hay totalidad
hecho abrazo y comunidad
solidaria.

2. NO HAY MÁS

Nunca
el hombre miró tan arriba
ni vivió
tanta pureza, ni murió tan
alto;
hermanado a las galaxias.
Nunca
el ser respiró más profundo,
colmado e
inmerso en tu transparencia.

Piedra
de eternidad somos contigo
Machu Picchu.
Contigo y por siempre somos
ya conscientes
y diáfanos. Tan en el límite
y borde,
de lo increado, en lo que ya
no se adivina,
En otra vida, otra plenitud,
junto a
las estrellas estupefactas.

Nunca
las manos y el tenue aliento
labraron
una filigrana más exacta, ni
se concibieron
una rosa y una flecha más
impolutas y
perdurables. Se ensombrece
y doblega
el mundo y tú yaces enhiesta
y encendida.

3. EN TI MORAN

Jamás
el orbe y la vida albergaron
más infinito;
ni el arpa, la quena o la tinya
aspiraron
a elevarse hasta ser sustancia
hechizada
en el cosmos. Ni explosionó
el silencio
de quienes suben danzando
arremangadas
las faldas por la hondonada.

¿Dónde,
sino aquí, se extasía trémula
la pollera
que da vueltas y revolotea en
el aire?
¿Dónde el pedestal de nubes,
coraje
y rigor se sumerge y humilla
tanto
sino aquí a tus pies? ¿Dónde
el tambor,
pincullo, y sonajera vibraron
tanto
en el afán inmortal de durar
y sobrevivir?
No hay altar en el universo
que tenga
tu ímpetu, vértigo y altura. Ni
tu recóndito
perfume arrebolado. Ni hunda
en la inmensidad
inacabada sus latidos y raíces.
¡Ni tengan
sus vírgenes hondas y dulces
las entrañas
como estas que en ti moran!

4. PORQUE

Porque,
en el arte y en la vida no hay
algo
más etéreo y sutil que estas
piedras,
hechas adoración y milagro,
lenguaje
secreto, conturbado, además
de inadvertido.

Piedra
alada vigilante e intencional,
suspendida
a pulso en el vacío y clavada
en lo etéreo.
¿Dónde hay alguna geometría
que haya
puesto líneas, trazos, formas
que superen
la perfección de tus signos?
¿Y sean pasmadas
metáforas en libres y cabales
edificios?
¡Cántico del granito y el polvo
que somos,
como compás en las espigas!

¿Hay acaso,
escultura, arquitectura, música
o enigma
del universo más sutil que estos
acordes
puestos de raíz y en equilibrio
hacia aquello
que es inmortal e indescifrable?
¿Hay perfección
más exacta que estos sueños?
¿Algo más
simétrico que estos números
y latidos?

5. AQUÍ

Porque aquí
las piedras sienten, piensan
tienen
pálpito y aliento. Son espíritus
desvelados,
pronto despiertos, guardando
una voz
acumulada que hoy haremos
vigente.

Aquí los dioses
unto con hombres y mujeres
hicieron
de lo excelso lo sencillo y de
lo divino
lo corriente y hermosamente
cotidiano. Por eso,
más allá de ti, Machu Picchu
ya no hay
sentido, respiración ni pálpito.
Y sólo
en ti permanece la alborada
para el hombre
que será mañana, ¡oh piedra
alucinada.

Aquí
he contemplado las estrellas
del firmamento
con el mismo candor con que
lo hicieron
el primer hombre y la primera
mujer, porque.
tú eres emblema y estandarte
hacia el futuro,
porque juntas altura, horizonte,
y abismo.
Y de ellos haces la flor que tú
nos brindas.

6. HACIA DÓNDE

De aquí
están próximos los dominios
del sol,
de las aguas hechas bosque
de nubes
y las huellas de los primeros
pies; porque
todo lo inauguras tú Machu
Picchu.

La clave
para forjar mí destino al lado
tuyo,
he venido a preguntarlo aquí,
amor mío; en
la lluvia emergiendo de abajo
hacia arriba,
y en el fuego del relámpago
que es anuncio
del día que vendrá, mensaje
del alba
que resurgirá radiante y será
indestructible.

Donde
la esperanza es memoria de lo
ya vivido. Y
la utopía no es que sea posible
sino que ya
existió, y renacerá entre nosotros.
¡Oh,
estrella fugaz hecha eternidad!
¡Oh, mano
de piedad que emerge para ser
unidad
con nosotros, desde los abismos
convertida
en luz. ¡Ciudad sagrada, Machu
Picchu.

Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

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